Por
Tatiana Julio
Articulo

Entre la alquimia de Jodorowsky y la transducción de Simondon, Ensamblajes Naturoculturales —exposición que reúne a artistas convocados por el Núcleo Lenguaje y Creación UDLA— propone una reflexión sobre la materia, el territorio y las formas de vida que cohabitan el presente. Presentada en el Centro Cultural de España, y abierta al público hasta marzo de 2026, la muestra curada por Fernando Portal y Belén Gallardo invita a repensar las relaciones entre lo humano y lo más-que-humano, transformando residuos, memorias y energías en gestos de resistencia y posibilidad.

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“Cada porción de la materia puede ser concebida como un jardín lleno de plantas, y como un estanque lleno de peces. Pero cada rama de la planta, cada miembro del animal, cada gota de sus humores, es también un jardín o un estanque similar”. (Leibniz, La monadología, 2004, p. 81).

Recuerdo la primera vez que vi La montaña sagrada, una película bastante singular de 1973, dirigida por el chileno Alejandro Jodorowsky y –dato no menor– financiada por John Lennon y Yoko Ono. Cuando vi por primera vez esa psicodelia andante, tenía varios años menos que ahora; aún no ingresaba a la Facultad de Artes, por lo que, al detener el video, no quedó más que una gran interrogante grabada con tinta permanente en mi corteza prefrontal. Pero también quedó algo más: un gran deseo por profundizar en la alquimia y la transducción.

Hace unos días tuve la oportunidad de recorrer la exposición Ensamblajes Naturoculturales, actualmente exhibida en el primer nivel del Centro Cultural España, en Santiago. A decir verdad, desde el primer momento en que ingresé a la sala de exhibición volvió ese recuerdo y ese cuestionamiento. Años después me pregunto: ¿cómo actúan la alquimia y la transducción en las obras que componen esta exposición? 

Un cuestionamiento que se suma al de las y los artistas y colectivos reunidos por el Núcleo Lenguaje y Creación UDLA: Cristóbal Cea, Martín Gubbins, Herramientas para ver de otra manera (Claudio Astudillo, Serena Dambrosio, Nicolás Díaz, Jaime San Martín y Linda Schilling), Constanza Hermosilla, La Escuela Nunca y los Otros Futuros (Leandro Cappetto, Mathias Klenner, Isabel Torres, Ignacio Rivas), Patricio González, Marianne Hoffmeister, Fernanda López Quilodrán, Pareid (Deborah López y Hadin Charbel), María Jesús Schultz y Julio Suárez. Todos ellos se preguntan: ¿cómo decolonizar la naturaleza y los caminos físicos, técnicos y epistémicos que hemos utilizado para situarnos fuera de ella? ¿Cómo superar esa otredad para pensar, sentir y crear, no solo con quienes piensan de forma distinta, sino también con quienes existen y sienten de otros modos? ¿Cómo podemos vincularnos con un mineral, sanar junto a un vegetal, pensar con otro animal o imaginar acompañados de un código? 

De esta forma, nos encontramos ante un espacio concebido para enfrentar los desafíos que plantea la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la contaminación instalada desde hace décadas como fenómeno a escala global. Un espacio que nos impulsa a buscar otros medios para reconectar con lo humano y con lo más-que-humano, el cual se configura gracias a la curaduría de Fernando Portal y Belén Gallardo y, se podrá visitar hasta marzo de 2026. 

Lo primero que vemos al ingresar es una pequeña sala circular, en cuyo centro se encuentra una instalación compuesta por escoria de carbón, tres teléfonos celulares y una bandeja de acero que contiene 25 kilos de dicho material. En Ruta CH-160, de Constanza Hermosilla y Julio Suárez, la escoria de carbón aparece como residuo, subproducto de la combustión y las altas temperaturas de las centrales termoeléctricas. Bajo estas circunstancias, resulta válido cuestionar si acaso existe algún lugar que no sea perjudicial para depositar este residuo. 

Ruta CH-160, Constanza Hermosilla y Julio Suárez. Foto: Daniela Canales

“Coronel cuenta con dos centrales termoeléctricas activas que emiten contaminantes atmosféricos como CO2, material particulado, dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y metales pesados como mercurio, vanadio, níquel y plomo. Para sus procesos de refrigeración, estas centrales extraen agua del mar, erosionan el lecho marino y la devuelven a una mayor temperatura, generando una devastación del ecosistema costero”. 

Sin importar dónde esté, este residuo siempre será lo que es; el problema aquí es estructural, tan profundo como las heridas que ha dejado el neoliberalismo en la sociedad.

En el film de Jodorowsky vemos los males del mundo representados por planetas: cada uno funciona como un espejo crítico de lo que ocurre en este extraño y ambicioso lugar llamado Tierra, mostrándonos cómo distintas estructuras de poder producen sufrimiento, explotación o alienación. Jodorowsky exagera estos mundos para revelar lo absurdo y perverso de ciertas formas de vida contemporánea. Y, sin embargo, aquí estamos…

Seguimos tan absurdos como siempre, y tal vez cada día más. La ruta CH-160 es la expresión del abandono neoliberal, un territorio sin planificación más allá de su explotación. Born to blossom, bloom to perish. Rejas, monocultivos, pasarelas y pasos sobre nivel; paraderos aislados y expuestos, juegos infantiles oxidados, sitios baldíos y peladeros.

Nacer para florecer, florecer para consumir: la existencia aquí funciona como un eterno tira y afloja entre supermercados, outlets y strip centers. El capital humano, animal, vegetal, mineral y afectivo se desvanece para dar paso a lo que se denomina “zona de sacrificio”. ¿Existirá acaso algo más absurdo que esa denominación? La basura que arrojamos habla de la basura en la que nos hemos convertido. Jodorowsky, en la figura del Mago, le dice al Cristo Ladrón (la Tierra) que incluso el excremento puede convertirse en oro. En este momento la tarea parece bastante más difícil, a lo que sí podemos aspirar es elevar la escoria de carbón a obra de arte, transformarla y convertirla en un medio para concientizar.

Caminos Australes, Martín Gubbins. Foto: Daniela Canales.

II. (Des)tapando el sol con un dedo

Caminos Australes, Los escombros, o cómo sobrevivir entre los restos del colonialismo, Aceleración medioambiental y Herramientas para ver de otra manera funcionan como un espejo que refleja la necesidad urgente de revisar la construcción histórica, política, estética y ecológica del territorio latinoamericano.

Mientras Marte encarna la industria armamentista, la violencia y la guerra institucionalizada; Venus, la manipulación estética, la moda y la mercantilización del cuerpo; Júpiter, el capital financiero, la codicia y el poder económico sin ética; Saturno, la tecnocracia, la producción en masa y la deshumanización del trabajo; Urano, el fanatismo ideológico y la propaganda; Neptuno, la corrupción artística, el misticismo superficial y el arte reducido a mercancía; y Plutón, la vigilancia y el control, la Tierra es el Ladrón (el Cristo Ladrón): la condición humana en su estado más precario, corruptible y vulnerable, antes de cualquier camino espiritual.

Durante siglos hemos visto a la humanidad caer, sorprendentemente, cada vez más bajo; pero, al mismo tiempo, sabemos que existe una materia bruta capaz de transformarse. Hay un potencial de transmutación y precisamente en esa posibilidad de resignificar, es que se afirman las y los artistas que dieron forma a los cuatro proyectos que revisaremos a continuación: en la idea del cambio, la restitución y el ascenso, en el reconocimiento de un sufrimiento adherido a la historia latinoamericana, pero que también contiene, en su núcleo, la esperanza de ser transmutada para alcanzar una condición mejor.

Los escombros, o cómo sobrevivir entre los restos del colonialismo
La Escuela Nunca y los Otros Futuros (Leandro Cappetto, Mathias Klenner, Isabel Torres e Ignacio Rivas).
Foto: Daniela Canales.

Por una parte, en Caminos Australes, de Martín Gubbins, se nos invita a recorrer la ruta que une Chile y Argentina como los países continentales más australes del mundo. “Un camino que registró recolectando textos, materialidades, afectividades y visualidades de la memoria civil tras la concepción, diseño y construcción de la carretera longitudinal austral”. De este modo, establece un relato multidisciplinar que cuestiona la historia oficial, arrebatándole a la dictadura sus monumentos y desplazando la “histeria geopolítica de la dictadura como un monolito en esas latitudes australes”, para restituir las memorias e historias civiles y ciudadanas de su construcción.

A su vez, Los escombros, o cómo sobrevivir entre los restos del colonialismo, del colectivo La Escuela Nunca y los Otros Futuros (Leandro Cappetto, Mathias Klenner, Isabel Torres e Ignacio Rivas), nos recuerda la lucha permanente de un pueblo por reivindicar aquello que la historia oficial ha relegado. La colonización, la muerte, la sangre y la opresión, están presentes también en “el gran circo de sapos y camaleones” de La montaña sagrada, una escena que nos es bastante familiar, un baño de sangre personificado por animales que mueren ante los ojos de un público inmutable; las mismas fuerzas de siempre, siempre cómplices, vigilantes y atentas al espectáculo.

Mediante la “reactivación de una serie de artefactos producidos originalmente para una exposición que conmemoraba el cuarto centenario del “descubrimiento” de las Américas y celebraba la figura de Cristóbal Colón”, este proyecto imagina una nueva tierra, un nuevo mundo. Pero esta vez, un mundo distinto: no la construcción que la élite ha perpetuado, sino uno que enfrente al daño acumulado, a la lógica extractiva, a la destrucción exhibicionista, al fervor consumista y a la violencia que ha persistido desde 1492. La sombra de un poder que avanza por la fuerza –jamás por la razón–, un poder que continúa ahí, siempre presente y siempre listo para reaparecer.

En la actualidad, y a pocos días de las elecciones, estas tensiones parecen reactivarse con rapidez cada vez que el tejido social se debilita. El panorama global muestra cómo ciertos sectores lamentablemente vuelven a ganar terreno, encendiendo las alarmas en un contexto donde, una vez más, vemos al mundo arder ante el avance de la ultraderecha. Tal vez Jodorowsky nos diría que en el tarot podemos encontrar respuestas; mientras tanto, los pájaros siguen volando desde los cuerpos históricamente desaparecidos, mutilados y acribillados.

Aceleración medioambiental, Pareid (Deborah López y Hadin Charbel). Foto: Daniela Canales.

Asimismo, Aceleración medioambiental, de Pareid (Deborah López y Hadin Charbel), revisita las paradojas de los avances científico-tecnológicos, cuando “la energía como necesidad esencial de la humanidad ha transformado al mundo a través de su electrificación, el cobre se ha convertido en uno de los recursos más valiosos y codiciados”. A partir de ello, López y Charbel decidieron crear un entorno interactivo similar a un videojuego, “basado en los enredos de la minería en Chile, que nos permite recorrer distintas fases del cobre, acompañando a un mineral cuyo propósito y existencia se han transfigurado desde la época precolombina hasta la actualidad. Buscando abordar tanto la escala imposible del cobre como la brecha entre su extracción y su uso cotidiano, el juego se pregunta si es posible captar esta realidad aparentemente irreconciliable”, mostrándonos cómo la materia también narra.

Junto a este proyecto encontramos el conjunto del colectivo Herramientas para ver de otra manera, integrado por Claudio Astudillo, Serena Dambrosio, Nicolás Díaz, Jaime San Martín y Linda Schilling: dos videos de gameplay creados en Unity, dos videos de gameplay desarrollados en Unreal Engine y trece videos de animación 3D renderizados con Blender. Concebidos a través de cuatro talleres en la Escuela de Arquitectura de la UDLA, “estos proyectos se centraron en la elaboración de escenas de videojuegos y modelos operativos que revisan, analizan y experimentan con estudios de impacto ambiental disponibles a través del Servicio de Evaluación Ambiental, abordando las múltiples escalas en las que estas controversias se despliegan”.

Herramientas para ver de otra manera, Claudio Astudillo, Serena Dambrosio, Nicolás Díaz, Jaime San Martín y Linda Schilling. Foto: Daniela Canales.

En esta misma línea de dispositivos especulativos digitales se encuentra la configuración de un espacio que se divide entre la galería y la virtualidad: una obra que se moviliza entre ese territorio extraño –cada día más habitual– y aquello que aún catalogamos como realidad. La cosa extendida, es la propuesta de Cristóbal Cea, que se acerca, de algún modo, al concepto de la mónada leibniziana, en donde cada partícula del mundo es entendida como una sustancia simple e individual, pero que funciona como un universo en sí mismo: sin ventanas, pero rodeado de otras partículas que son espejos, engranajes sincronizados que completan el transcurrir del tiempo entre unidades simples pero completas. 

Entre videojuegos, pintura, La fundación de Santiago, de Pedro Lira, cables, dispositivos electrónicos y “órganos humanos que gravitan hacia la pantalla moviéndose luminosamente, nos enfrentamos a una propuesta que tensiona la noción de cuerpo como contenido y como territorio donde se negocian los límites entre lo privado y lo público, lo virtual y lo real, y entre el observador y lo observado”; todo lo cual funciona en una bellísima instalación de espejos que muestra una versión alternativa del espacio expositivo, transmitida 24/7 vía streaming, dotada de un corazón físico-digital que mantiene viva la instalación.

La cosa extendida, Cristóbal Cea. Foto: Daniela Canales.

Lo complejo y cotidiano de lo digital se proyecta también en otras obras presentes en esta misma sala. En Tiempo real, de Fernando Portal, Belén Gallardo y Anton Zu Knyphausen, la obra se propone como medio para recordar las “transformaciones sociales y la adopción acelerada de tecnologías, redes de comunicación y transmisiones en vivo durante la pandemia de COVID-19”. Esta obra se construye a partir de pequeñas pantallas sobre las que se exhiben modelos de impresión 3D hechos con resina transparente, realizados durante ejercicios colectivos y virtuales en 2021, buscando así compartir experiencias y especulaciones en torno al “devenir del activismo, la intervención y la performance frente a la posible desaparición del espacio público”, un temor que, durante aquellos meses, se convirtió en un sentir común.

Tiempo real, de Fernando Portal, Belén Gallardo y Anton Zu Knyphausen. Foto: Daniela Canales.

III. (Re)sonar con otras materialidades

Aunque –casi siempre– la balanza tiré más hacia la transducción, la noción simondoniana de seres preindividuados, individuados y su devenir, la idea de la monadología parece ajustarse mucho mejor con algunas de las propuestas presentes en esta exposición. Aun así, siempre tengo una patita en lo romántico que se vuelve pensar en la completitud de lo singular, en los espejos que somos y los engranajes que nos movilizan en perfecta sincronía y, la conexión universal que va más allá de lo que muchas veces podemos comprender o demostrar. 

Hebra pendiente II, una de las propuestas de María Jesús Schultz, reflexiona justamente sobre aquello, en torno a la cosmología Shipibo-Konibo, un pueblo asentado a orillas del río Ucayali en la Amazonía peruana, para quienes “la sinuosidad del río evoca a Ronin, también conocida como Yacumama: la gran serpiente cósmica y “madre del agua”, a quien se atribuyen las transformaciones del río y de quien dependen la flora y la fauna. Ronin conecta los planos físico y espiritual, y porta los códigos que estructuran lo existente. Su cuerpo ondulante recorre el universo y condensa, en el entramado de su piel, todos los diseños posibles, como una red invisible que lo atraviesa todo”. 

De este modo, la artista traduce esa cosmología a una relación contemporánea. Mediante osciladores sensibles, podemos vincularnos con otras personas, a través de un dibujo conductivo para tocar, enlazar y hacer chillar. Esta propuesta nos ayuda a comprender la naturaleza de la hebra que falta para completar nuestra red interna: una red que nos hace funcionar como espejos que se complementan, engranajes individuales pero universales que ponen en movimiento el mundo y los distintos planos de la realidad.

Hebra pendiente II, María Jesús Schultz. Foto: Daniela Canales.

En una tecla similar suena Hebra pendiente I, otra de las obras de Schultz. Esta, en cambio, es una cortina conductiva para tocar, abrazar y hacer chillar. En este caso, se trata de un patchwork textil compuesto por 28 módulos conductivos de tela serigrafiados con tinta de grafito, donde cada módulo contiene una imagen-circuito que conduce el sonido de la obra. La diferencia radica en el origen de las imágenes: estas fueron generadas mediante el entrenamiento maquínico y el procesamiento con Runway, cruzando imágenes de Internet vinculadas al cobre –vistas aéreas de yacimientos mineros en Chile, mallas de cobre y circuitos electrónicos–, “considerando la importancia de este material como conductor eléctrico e ícono de la explotación y la exportación nacional”. Así, esta obra establece una reflexión sobre los medios de producción en Chile y, al mismo tiempo, sobre el sonido como evidencia de la circulación eléctrica entre la imagen-circuito y quien la toca.

Una relación de flujo constante entre especies, energías y materialidades, presente también en Estudios de la castoridad, de Marianne Hoffmeister, y Respiración conjunta, de Fernanda López Quilodrán, en donde, a través de experimentos las artistas construyen relaciones que acercan el mundo animal, humano y vegetal, dejando de considerarlos como meros objetos de estudio para convertirlos en agentes narrativos capaces de modelar otras formas de estar en el mundo. 

Estudios de la castoridad, Marianne Hoffmeister. Foto: Daniela Canales

En la primera obra, la acción del castor –su capacidad de tallar, inscribir y modificar el entorno– se transforma en una herramienta editorial y tipográfica que desplaza el lenguaje humano hacia un espacio especulativo. En la segunda, la artista toma tubérculos para hacer hincapié en su respiración y crecimiento, obligando a reconsiderar los ritmos y las relaciones que sostienen lo vivo, y, revelando patrones de cohabitación tanto en el cuerpo humano como en el de las papas, los que posibilitan una sincronización entre el cuerpo humano y un organismo vegetal. Hoffmeister y López Quilodrán, respectivamente, abren de esta forma un campo común donde los seres más-que-humanos no son metáforas ni recursos, sino coautores de conocimiento, colaboradores en la producción de imágenes, alfabetos, ritmos y relatos que expanden nuestra comprensión de la vida y sus interdependencias.

Muchas veces resulta bastante difícil casarse con una sola idea. Después de recorrer todas estas obras, lo que reaparece es esa misma intuición que carga La montaña sagrada: la convicción de que el mundo no se sostiene en unidades aisladas, sino en fuerzas, cuerpos y materias que se transforman mutuamente. Jodorowsky lo expuso desde la alquimia; Simondon, desde la transducción y los procesos de individuación; Hui desde la recursividad y la contingencia; y Leibniz, desde la mónada, ese jardín infinitamente pleno en el interior de cada partícula. 

Tal como en la película, estas obras proponen un reencuentro con el espesor de la materia, con el flujo energético que circula entre especies, con los vínculos interrumpidos por la modernidad extractiva y con las posibilidades de una imaginación más-que-humana. Frente a la catástrofe ecológica y las tensiones políticas que nuevamente se reactivan, estas obras recuerdan que no hay un “afuera” de la naturaleza ni de la historia: todos formamos parte del mismo tejido. Al mismo tiempo, nos recuerdan que el mundo se mueve en espiral, no en línea recta; que este se constituye y reconstituye en un entorno relacional, y es en ese vaivén co-constitutivo donde estas obras sitúan su unidad, para dar paso a un entramado de energías, historias y cuerpos que siguen, obstinadamente, tratando de convertirse unos en otros para que algo pueda persistir.

Respiración conjunta, Fernanda López Quilodrán. Foto: Daniela Canales.

Referencias 

Hui, Y. (2022). Recursividad y contingencia. Caja Negra, Buenos Aires, Argentina.

Jodorowsky, A. (1973). The Holy Mountain. ABKCO Films, Producciones Zohar. México / Estados Unidos.

Leibniz, G. (2004). “La monadología”, Tratados fundamentales. Discurso de metafísica, Buenos Aires, Losada.

Simondon, G. (2009). La individuación: a la luz de las nociones de forma y de información. La Cebra / Cactus. Buenos Aires, Argentina.

* Crédito de imagen de portada: Screenshot de la película "La montaña sagrada" (1973), dirigida por Alejandro Jodorowsky.

Escrito por

Tatiana Julio

Artista visual, escritora e investigadora independiente. Licenciada en Artes por la UFT (2018) y Magíster en Artes por la Universidad de Chile (2022), actualmente cursa el Doctorado en Historia y Teoría de las Artes en la Universidad de Buenos Aires. Desde 2023 trabaja como asistente de investigación en Plataforma Arte & Medios, iniciativa chilena dedicada a los cruces entre arte, ciencia y tecnología. Ha presentado sus investigaciones en la XI Conferencia MediaArtHistories, Festival Internacional de la Imagen (Colombia), las V Jornadas Nacionales del Departamento de Filosofía (UBA, Argentina), el I Congreso de Archivos Audiovisuales de Arte (Argentina) y el I Congreso Corporalidades Sociales (España). Su trabajo artístico ha sido parte de exhibiciones como Escenas de lo virtual (Galería Espora, 2022), La comedia humana (MAC, 2022), Volver al futuro. 50 años UP (Galería Nemesio Antúnez, 2021), Artespacio Joven (Galería Artespacio, 2021) y Habitar hoy en Chile (Galería D21, 2020), entre otras. Es coautora de Volver al futuro. 50 años UP (Oxímoron, 2023), y en 2024 participó de la publicación Cuerpos en tránsito: explorando intersecciones emergentes y raíces culturales (Dykinson, España). Asimismo, ha escrito sobre artes mediales en Chile y el extranjero, colaborando con medios como Artishock, La Voz de los que Sobran, El Flasherito y PAM.

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