La más reciente obra del colectivo Emovere es una mezcla de instalación y performance que se abrirá al público desde este viernes 23 de mayo, en el marco del Día de los Patrimonios, y permanecerá abierta hasta el 15 de junio en el piso -2 del Centro Cultural CEINA. A cargo de la coreógrafa Francisca Morand, la artista medial Mónica Bate y el artista sonoro Javier Jaimovich, la obra reflexiona sobre la muerte y la extinción a partir del rescate de la voz de los anuros.
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En los humedales chilenos, un coro ancestral corre el riesgo de silenciarse para siempre. Se trata de los anuros, conocidos comúnmente como ranas y sapos, y cuyas vocalizaciones, a menudo desconocidas para el oído común, encierran una riqueza sonora sorprendente y una fragilidad que los convierte en centinelas de nuestro ecosistema. Esta es la premisa que da vida a Espectra, la más reciente obra del colectivo Emovere, un núcleo de investigación y creación artística de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, que invita al público a una experiencia inmersiva sobre la extinción y la materialidad de la voz.
La obra se presenta como una instalación-performance (o "instalaformance", un término acuñado por el colectivo) y se estrena primero como instalación el 23 de mayo - en el marco del Día de los Patrimonios - para luego sumar algunas funciones performáticas con intérpretes en vivo. La experiencia se extenderá hasta el 15 de junio en el piso -2 del Centro Cultural CEINA.
La coreógrafa Francisca Morand y el artista sonoro Javier Jaimovich se unieron en 2013 para crear una obra escénica sobre la biología de la emoción. Así nació Emovere, que luego les impulsó a formar el colectivo homónimo, sumando en 2017 a Mónica Bate, artista visual, cuya visión expandió las posibilidades creativas hacia lo instalativo. Desde entonces, el trío ha gestado diversos proyectos, algunos convertidos en obras exhibidas, otros en procesos de investigación y publicación, pero siempre desde una profunda colaboración interdisciplinar.
Antes de adentrarse en el universo de los anuros con Espectra, Emovere exploró la relación entre el cuerpo y la tecnología en Intersecciones Frágiles. Esta obra, que se presentó en el Museo de Arte Contemporáneo de Parque Forestal, fue la primera donde fusionaron performance e instalación para reflexionar sobre el cuerpo contemporáneo, un híbrido entre lo biológico y lo artificial, atravesado por la información y los dispositivos tecnológicos. "En Intersecciones Frágiles partimos de esta idea de conexiones que son indirectas como un motivo que nos hizo desarrollar relaciones. Aquí comenzamos de un tema más común donde nos fuimos inspirando mutuamente en lo que el otro proponía y desde ahí cada uno empezó a desarrollar sus propios materiales", explica Francisca Morand, evidenciando la evolución en la dinámica creativa del colectivo. En esta obra, la voz de los intérpretes, el sonido, el movimiento, la danza, las bioseñales y objetos convergían en un sistema interactivo que proponía un cuerpo múltiple y complejo.
Para el estudio de Espectra, el colectivo se ha hecho asesorar por distintos especialistas como la bióloga Javiera Cisternas, quien estudia los anuros en el sur de Chile, y Mario Penna, experto en voces de anuros de la Facultad de Medicina, quien además posee registros únicos de especies chilenas, los que el colectivo utiliza de manera directa e indirecta en la obra. "Directamente porque suenan, indirectamente porque las vocalizaciones de las intérpretes proceden del estudio de esos registros", revela Jaimovich. La diversidad de estos cantos es sorprendente, a menudo confundidos con el sonido de aves o incluso de paja.
La obra convoca a un equipo multidisciplinar: en escena participan tres intérpretes, dos bailarinas (Francisca Morand y Sara Lecaros) y una músico-cantante (Eleonora Coloma). "Escénicamente, tiene movimiento, tiene voz, tiene a veces solamente movimiento, a veces solamente voz y a veces voz con movimiento", describe Morand, quien se interesa en expandir su rango vocal a través de técnicas atípicas para generar nuevas estéticas e imágenes corporales.
Tras escena, el equipo se expande a sonidistas, iluminadores, diseñadores industriales, artistas escénicos y estudiantes de diferentes áreas. Para Mónica Bate, si bien la interdisciplinariedad es clave en cómo funciona el proceso, la verdadera novedad para ella radica en el aspecto colectivo. "Vengo de una disciplina que son las artes visuales donde se trabaja mucho en solitario, entonces para mí esta ha sido una aventura. Nos juntamos todos los viernes a discutir, investigar, explorar, a crear en conjunto, un solo asunto en colectivo. Hay que aprender a ceder y también a confiar en la experticia del otro. Llega un momento en que no se sabe bien de quién fue una u otra idea y eso es lo que más me gusta", afirma la artista.
Eso sí, tanto Javier Jaimovich como Mónica Bate, concuerdan en que la idea de investigar a los anuros provino de Francisca Morand. “Primero apareció la idea de la muerte y de la extinción. Pasamos por varios lugares, algunos quizás demasiado literales o evidentes hasta que Francisca comenzó a darle cuerpo desde la voz y a buscar, esas voces en peligro de extinción”, cuenta Bate.
Efectivamente, el colectivo exploró diversas ideas, desde la extinción de culturas originarias hasta la de las estrellas moribundas. "La idea de investigar a los anuros nace por el interés en voces que están en peligro de desaparecer", detalla Morand. El colectivo tenía en mente una "trilogía de voces que cantan", explorando la voz humana y luego la de seres no humanos como aves y anuros. Finalmente, optaron por estos últimos debido a su "extrañeza" y a la dificultad de escuchar sus cantos. “Se escuchan en contextos bien específicos, sobre todo en Chile. En otros países hay cantos de ranas que están súper expuestos, tú vas a la selva y hay ranas por todos lados, pero en Chile cantan de noche o cuando te acercas, ellas dejan de cantar, son más tímidas. Eso le dio un cariz muy atractivo y en general, yo diría que nos atrajo la vulnerabilidad y fragilidad de estos seres”, explica la coreógrafa.
Conocer a los anfibios es adentrarse en un mundo fascinante que ha habitado nuestro planeta por más de 250 millones de años, diversificándose en casi 7.100 especies. Su belleza, variabilidad de formas de vida y adaptaciones son tan sorprendentes como su importancia biológica y evolutiva. Sin embargo, su fuerte dependencia del medio acuático los convierte en un grupo extremadamente sensible a los cambios globales que experimenta nuestro planeta debido a la crisis climática, afectado tanto por las variaciones en los regímenes de lluvias como por las temperaturas.
Chile, con 63 especies de anfibios nativos, no es ajeno a esta problemática. De hecho, el 57% de las especies nativas han sido calificadas como amenazadas según el Ministerio del Medio Ambiente. Los anfibios comparten con los peces de aguas continentales los mayores niveles de amenaza reportados hasta el momento. Nuestro país juega un rol fundamental en su conservación, ya que más del 60% de los anfibios chilenos son endémicos, es decir, viven exclusivamente dentro de nuestro territorio, lo que nos convierte en responsables directos de su supervivencia a nivel mundial.
Espectra es más que una obra; es una invitación a escuchar, a sentir y a reflexionar sobre el desconocido mundo sonoro de los anuros, cuyas voces aunque intangibles, resuenan en el ecosistema, recordándonos la fragilidad de la vida y la importancia de preservar su canto.
“Lo que más nos interesa es generar una experiencia en el espectador y eso lo logramos poniendo en relación distintos dispositivos y materialidades, desde la luz, los motores que mueven agua, las emisiones de radio portátiles”, cuenta Jaimovich. Además, la propuesta escénica desafía la frontalidad tradicional con esta idea de la “instalaformance”. “La sala tiene una doble función, en la que a veces es una instalación y en otros momentos es una sala ya más escénica que se activa ciertos días. Además, la sala no tiene un escenario, es un espacio que se puede habitar y donde el público puede desplazarse libremente”, agrega el artista sonoro.
Ubicada en el piso -2 del centro cultural, el espacio tiene una particular reverberación que le permite convertirse en un actor más de la obra, transformándose en una caja de resonancia para los sonidos y elementos visuales. La penumbra y la atmósfera de humedad invitan al público a sumergirse en un universo que evoca el hábitat de los anuros.
"Nuestra interacción con el público es más bien sonora y espacial", señala Morand a propósito de cómo las intérpretes se mueven en escena. Las radios portátiles que emiten sonidos, se convierten además en un dispositivo que explora la idea de lo espectral, de las ondas electromagnéticas como huellas de voces que se desvanecen. De allí el nombre Espectra.
Así, la obra busca ser una experiencia sensorial que interpela al público desde diferentes dimensiones, sin una distancia entre el escenario y el espectador. "La cosa está sucediendo donde yo también estoy", puntualiza Bate. El sonido es el elemento amalgamador de todos los materiales, desde los dispositivos hasta el cuerpo con voz.
El colectivo Emovere es el resultado de la confluencia de tres trayectorias en el ámbito de las artes y la investigación. Francisca Morand, bailarina, coreógrafa e investigadora, es una figura reconocida en la danza contemporánea chilena. Fundadora de colectivos como MorandOsorio (2003-2013) y Melancolía Investigación Escénica, su trabajo ha sido galardonado con premios como el Altazor (2005) y el del Círculo de Críticos de Arte de Chile (2022) a la mejor obra coreográfica. Su profunda exploración de la voz en escena, a partir de una formación que trasciende la danza tradicional para expandir los rangos vocales y corporales, ha sido una constante en su trabajo y un punto de partida para las creaciones de Emovere.
Javier Jaimovich, artista sonoro, investigador y Profesor Asistente del Departamento de Música y Sonología de la Facultad de Artes en la Universidad de Chile, aporta una sólida experiencia en el campo del sonido y la investigación interdisciplinar. Licenciado en Artes con mención en Sonido de la Universidad de Chile, realizó un Magíster y Doctorado en el prestigioso Sonic Arts Research Centre (SARC) en el Reino Unido. Su trabajo se enfoca en la intersección entre artes, ciencias y nuevas tecnologías, explorando la caracterización de respuestas fisiológicas de intérpretes y audiencias a la música, lo que lo lleva a diseñar sistemas interactivos de sonido para instalaciones, performances y cine.
Mónica Bate, artista visual y medial, completa el trío con su innovadora perspectiva en las artes visuales y la capacidad de integrar lo instalativo y lo tecnológico en la creación escénica. Nacida en Santiago en 1978, estudió Licenciatura en Artes Visuales en la Universidad de Chile y se ha especializado en el área de Nuevos Medios y Sonido. Ha sido docente en diversas instituciones y su trabajo ha sido expuesto tanto en Chile como en el extranjero, destacando proyectos como "Acoustic Views" o la serie "IS3". Desde 2011 forma parte del equipo de Anilla Cultural del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile y desde 2014 es parte del directorio de Fundación Flores, un espacio interdisciplinar que busca el cruce entre ciencia y arte.
Espectra se presenta en Centro Cultural CEINA (Arturo Prat 33, Santiago)
Días de performance:
Instalación abierta entre el 23 de mayo y el 15 de junio, de 13 a 18 horas.
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Periodista egresada de la Universidad de Santiago de Chile. Trabajó durante una década en la sección Cultura de La Tercera, donde cubrió temas de artes visuales, arquitectura y fotografía. Fue jefa de contenidos de Fundación Teatro a Mil. Hoy es subeditora de revista Palabra Pública.
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