Hasta este domingo 15 de junio se realiza la primera edición del Festival de Cine del Futuro, un evento internacional que reúne obras que exploran nuevas narrativas y estéticas en la intersección entre cine, arte, ciencia y tecnología. Realidad virtual, inteligencia artificial, animación, video mapping y experiencias inmersivas son algunas de las herramientas que se despliegan en distintas salas de Santiago. “No ser parte de los polos económicos nos obliga a desarrollar lenguajes propios, más libres, críticos y radicales”, señala Flavia Furtado, cineasta y directora del festival.
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¿Cuál es el futuro del cine? y ¿Cuál es el cine del futuro? Mientras la primera pregunta mira hacia adelante con la nostalgia de lo conocido, la segunda es una invitación a inventar el futuro, a desobedecer la historia y a imaginar lenguajes aún no escritos. La diferencia entre ambas preguntas no es solo semántica, sino política: una espera, la otra actúa. Ese es el espíritu del Festival de Cine del Futuro, evento que hace unos días inauguró su primera edición en el Cine Arte Alameda, con el preestreno de Los siete espejos, una película de factura modesta y estética noventera, que explora el tema de la magia y los mundos paralelos al más puro estilo de Alicia en el país de las maravillas.
Mica, una chica que está harta de su rutinario trabajo y que se duerme con demasiada facilidad en cualquier parte, se lanza a la aventura de buscar un lugar que sólo ha visto en sueños. Comenzará entonces a deambular por la ciudad, conociendo a extravagantes personajes y usando espejos como portales a otras dimensiones.
Los siete espejos trabaja con técnicas experimentales, animaciones, proyecciones en video mapping, y tiene una propuesta visual construida con más de cien espejos reales que intervienen la imagen. Pero lo futurista no está anclado sólo en la técnica, sino también en el contenido. “Es una ficción sobre el colapso, pero también sobre la posibilidad de renacer desde otra percepción. La película se atreve a imaginar a una mujer que decide ser completamente libre del sistema capitalista”, dice su creadora, la cineasta Flavia Furtado, quien además es la directora del Festival de Cine del Futuro.
El evento que partió hace una semana y se extiende hasta este domingo 15 de junio, es el resultado de una convocatoria abierta donde se recibieron obras que en su temática abordaran temas como el cambio climático, diversidades sexuales y de género, y derechos humanos. Todo esto cruzado por el uso de nuevas tecnologías.
“El festival propone pensar el futuro no como una simple proyección lineal, sino como una construcción colectiva, diversa, interdimensional y política”, explica Furtado. Con una selección completamente paritaria y una fuerte apuesta por el cine expandido, la animación con inteligencia artificial y el video mapping, el evento se aleja de las fórmulas comerciales y crea espacio para las nuevas voces.
En su programación hay apartados para instalaciones inmersivas y proyecciones como fue el de la Banda Faul que también estuvo en la inauguración del festival; cortometrajes de artistas chilenos que trabajan con realidad virtual e inteligencia artificial; obras venidas de México, Bolivia, Francia, Canadá, Taiwán y Kazajistán que exploran distintos formatos; un ciclo de cine brasilero y otro dedicado a la memoria queer. Las sedes son el Centro Cultural CEINA, Cine CCC, la Cineteca de la U. de Chile, la Sala Isidora Zegers y la sala de cine La Secreta. El festival será itinerante -cuenta Furtado- y tendrá versiones en Nueva York y Toronto, entre agosto y octubre. “Estamos produciendo eso, la idea es llevar algunas de estas mismas piezas que se exhibieron acá, pero también abriremos nuevas convocatorias para recibir obras de esos lugares”, dice la cineasta.
¿Qué crees que puede aportar América Latina para el cine del futuro?
Para mí este es uno de los territorios más creativos y ricos en cultura, tenemos una mirada invaluable que ofrecer. Nuestra historia de resistencia, nuestras contradicciones sociales, nuestra creatividad nacida muchas veces desde la escasez y la precariedad son fuentes de una estética única y de narrativas únicas y poderosas. No necesitamos grandes presupuestos para hacer cine importante y trascendente. Nuestra fuerza está en la imaginación, en nuestra cosmovisión que tiene la capacidad de fusionar lo ancestral con lo contemporáneo, lo documental con lo poético, y en una mirada decolonial que cuestiona los centros hegemónicos. Justamente por no ser parte de los polos económicos, desarrollamos lenguajes propios, más libres, críticos y radicales.
Y en cuánto a las tecnologías, ¿qué tan avanzado está el cine local?
Estamos en un proceso de exploración. Hay cineastas, colectivos y artistas que están trabajando con tecnologías emergentes como realidad aumentada, inteligencia artificial, cine inmersivo, visuales generativos, etc., pero aún falta apoyo estructural y acceso equitativo a esas herramientas, ya que todo lo tecnológico es caro y un privilegio. Sin embargo, Chile tiene la capacidad de inventar soluciones creativas, de adaptar recursos limitados y generar resultados con gran impacto estético. Estamos en un punto de inflexión, y es clave que festivales como el nuestro visibilicen y apoyen esas nuevas búsquedas.
Hablar de realidad virtual o VR implica evocar mundos inmersivos y sensaciones palpables. El término se popularizó como ciencia ficción en la década de 1980, pero la idea de crear entornos artificiales que engañen a los sentidos se remonta a visionarios como Morton Heilig y su "Sensorama" en la década de 1950, o el "Espada de Damocles" de Ivan Sutherland en los años 60, precursores de los sistemas de visualización montados en la cabeza. Hoy, esta tecnología ha madurado hasta ofrecer experiencias complejas y profundamente emotivas, abriendo nuevas fronteras para la narrativa audiovisual. En Chile, hace un tiempo ya que los aparatos de realidad virtual se han introducido en distintos proyectos como complemento en exposiciones de arte, clases de historia en los colegios y obras teatrales.
En el Festival de Cine del Futuro es posible ver algunas incursiones locales, como es el caso de Volver a casa: Madre VR, un cortometraje de 20 minutos de la directora Catalina Alarcón, quien utiliza la realidad virtual como una herramienta social para abordar la vida en la cárcel. La directora lleva 8 años trabajando dentro de distintas cárceles de Chile, México y Argentina con un proyecto de realidad virtual que involucra directamente a personas privadas de libertad en un “proceso de generación de comunidad, de confianza y de respeto”, con el fin de narrar sus historias de vida y conectarlas con sus familias a través de experiencias artísticas.
En el caso de Chile, se trabajó con mujeres privadas de libertad de la cárcel de Valparaíso en talleres de escritura creativa, cartografías y autorregistro, donde se generó un guión, el que luego dio pie al material audiovisual y de a poco se fueron integrando a otros artistas, entre cineastas, programadores y gente experta en modelado 3D.
“La principal ventaja de usar realidad virtual es el punto de vista. Rodear al usuario de un universo virtual o documental te permite hacer una reflexión más profunda y empática sobre la historia. La desventaja tiene que ver con su difusión. En el cine convencional puedes tener a 100 personas viendo una película al mismo tiempo, en cambio con la realidad virtual depende de los cascos VR que puedas conseguir”, explica la cineasta. “Sabemos que es un privilegio que no está al acceso de todo el mundo, entonces si queremos ser parte de los territorios y las comunidades, tenemos que hacernos cargo en acercar esta tecnología a esos espacios donde no llega”.
En el caso de la inteligencia artificial, su uso recién comenzó a masificarse en 2022, cuando la empresa OpenAI lanzó ChatGPT. Desde entonces han aparecido en el mercado distintos programas pagados y abiertos que pueden ser explorados por un usuario común y corriente, para diferentes disciplinas y objetivos. Un ejemplo es la psicóloga, poeta y videoartista Ninfa María, quien exhibe su cortometraje La búsqueda, dentro del apartado “Exploraciones de formato” del Festival de Cine del Futuro.
“Para alguien que es realizador independiente como yo y que no cuenta con un equipo de producción, ni con recursos, que no puede pagarle a un dibujante, ni a un animador o a un director de arte o de fotografía, es una ventaja enorme usar inteligencia artificial. O sea, puedo ahorrarme toda la técnica para poder llevar a cabo las obras que van ocurriendo en mi cabeza”, dice Ninfa María. Advierte, eso sí, que el proceso no es tan inmediato. Sus obras son fruto de mucha investigación, de fallo y error, para aprender el modo preciso de cómo comunicarse con la máquina. Al final es un trabajo colaborativo. “Uno crea un prompt y cree que va a salir de cierta forma, pero resulta luego que lo que creó la IA es de otra manera y uno se embelesa más con eso que con lo que tenía en mente. Es rico ese descubrimiento, de lo que va generándose en esa interacción, hay una dialéctica entre la imaginación de uno y lo que te entrega la máquina”, explica la artista.
La búsqueda explora en dos minutos, la fluidez de la identidad. “Nació de un poema que escribí y se trata de este movimiento constante, de tránsito entre diferentes características, identidades, identificaciones, ideologías que pueden convivir en una misma persona. También nace desde mi propia experiencia de haber sido mirada como mujer bastante tiempo y las consecuencias de eso”, cuenta la artista. “Me encantó la curatoría del festival porque tiene que ver con márgenes, identidades no hegemónicas y formas de producción alternativas también”.
El año pasado la videoartista asistió a un simposio sobre inteligencia artificial que se desarrolló en GAM, donde por primera vez escuchó sobre el programa ComfyUI para el desarrollo de imágenes que a diferencia de otros como Runway o MidJourney es de código abierto. “Empecé a investigar, a ver tutoriales y a meterme cada vez más en este mundo. Tuve que invertir en un mejor computador con una mejor memoria RAM, porque la plataforma usa el almacenamiento de tu computador y no de otros servidores”, explica Ninfa María sobre este acercamiento autodidacta. “No siempre uso la inteligencia artificial, a veces uso solo video digital o fotos, pero para este tema sentí que la IA tenía directa relación con la imagen que tenemos de nosotros mismos, lo digital, los avatares que se están creando a partir de eso, todo un mundo que se nos está abriendo respecto de nuestra identidad”, explica la artista.
Aunque la inteligencia artificial tiene detractores, por el uso energético que implica y su impacto en los recursos naturales planetarios, la reproducción de sesgos o la precarización del trabajo, no hay duda de que es una herramienta fascinante que abre cada vez más posibilidades a los artistas de poder expandir sus visiones creativas y hacerlas realidad. “Me considero una persona futurista, por lo tanto, soy muy entusiasta respecto a la inteligencia artificial”, dice Flavia Furtado. “Pero también hay que ser conscientes de sus riesgos. Me interesa explorarla como herramienta, pero desde una ética artística y política. La tecnología debe estar al servicio de nuevas preguntas, no de automatizar fórmulas vacías”, agrega.
En ese sentido, la cineasta Catalina Alarcón cree que es importante que, sobre todo, los artistas latinoamericanos se apropien de estas tecnologías. “Es crucial que sean nuestros territorios quienes cuenten nuestras propias historias y que podamos hacerlo con nuevas tecnologías desde un espacio decolonizante, desde un espacio democrático”.
Periodista egresada de la Universidad de Santiago de Chile. Trabajó durante una década en la sección Cultura de La Tercera, donde cubrió temas de artes visuales, arquitectura y fotografía. Fue jefa de contenidos de Fundación Teatro a Mil. Hoy es subeditora de revista Palabra Pública.
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