Por
Victoria Guzman
Entrevista

El pabellón “Inteligencias Reflexivas”, presentado en la 19° Bienal de Arquitectura de Venecia, pone en cuestión los discursos sobre la inteligencia artificial en Chile al dar voz a las materialidades y territorios habitualmente excluidos: el agua, los minerales y las comunidades. Esta entrevista con sus curadores recorre el viaje del pabellón desde la idea a la instalación, hasta la experiencia estética en Venecia y las posibilidades de retorno e impacto de la exposición en Chile.

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¿Qué significa hablar de inteligencia artificial cuando se deja fuera al agua, a los sedimentos, a las comunidades? En la Bienal de Arquitectura de Venecia 2025, el pabellón de Chile apostó por ampliar la conversación sobre esta tecnología desde una perspectiva crítica y territorial. Lo hizo no solo con conceptos, sino también con experiencias sensoriales y materiales: 23 maquetas de centros de datos reales, una mesa de agua de 16 metros que refleja un video-ensayo, y un relato fragmentario que obliga al visitante a moverse, detenerse y pensar.

El equipo curatorial —compuesto por la arquitecta Linda Schilling Cuellar (Goldsmiths, University of London), el estudiante doctoral Nicolás Díaz Bejarano (FADEU – Núcleo FAIR UC), la profesora de Arquitectura UDP Serena Dambrosio y un grupo interdisciplinario— propuso una “inteligencia reflexiva”, una que reconoce lo que no se ve en los diagnósticos técnicos o las políticas públicas.

La instalación responde a una paradoja muy chilena: mientras el discurso oficial dice que “el futuro está en los territorios”, el despliegue de infraestructura digital avanza sin considerar esos mismos territorios. Esta conversación se vuelve aún más urgente tras la modificación del reglamento del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA), aprobada por el gobierno chileno el pasado 5 de junio. El cambio eleva significativamente los umbrales de almacenamiento de sustancias inflamables —de 80 mil a 1 millón de litros—  en los data centers, lo que exime a la mayoría de los nuevos proyectos de presentar una Declaración de Impacto Ambiental (DIA). Esto tiene consecuencias profundas: por un lado, impide el acceso público a información clave sobre estos proyectos; por otro, reduce aún más los ya limitados espacios de participación ciudadana.

Actualmente, los data centers en Chile no se evalúan por su alto consumo energético o de agua, sino por el diésel que almacenan. Al elevar ese umbral, el nuevo reglamento elimina el principal mecanismo de control ambiental. Esto permite que nuevos centros se instalen sin una evaluación integral, profundizando la brecha entre el discurso de sostenibilidad y la regulación efectiva, justo cuando el impacto ambiental de esta infraestructura genera preocupación global.

Esta noticia resuena con preguntas que deja el pabellón chileno: ¿Quiénes quedan fuera de las “mesas de trabajo” en que se definen las políticas tecnológicas? ¿Qué cuerpos, qué recursos, qué comunidades están siendo llamados a sostener la expansión de estos sistemas? Los curadores del pabellón nacional plantean estas preguntas desde una posición crítica, pero también propositiva. Con inteligencia reflexiva, convocan a repensar no solo qué tipo de futuro digital se quiere para Chile, sino también cómo, dónde y con quiénes se construye.

Equipo curatorial: Linda Schilling Cuellar, Nicolás Díaz Bejarano y Serena Dambrosio.

Victoria Guzmán: Podríamos empezar con una visita guiada en voz alta, pensando que la mayoría de la gente que lee esto no visitará la Bienal. A veces las fotos no se entienden tanto, pero había un video en una mesa de trabajo, maquetas... Entonces partir ambientando la escena para trasladarnos, aunque sea con imágenes mentales, para allá.

Nicolás Díaz Bejarano: El pabellón tiene dos espacios. El primero es una antesala con una pequeña reflexión o introducción que apela a esta idea de la inteligencia reflexiva, que era otra inteligencia que estábamos trayendo a la bienal, porque el llamado general era sobre inteligencia artificial, natural y colectiva, y cómo estas tres diferentes inteligencias se enfrentan a los retos que hoy tenemos como humanidad. Y nosotros apelábamos a esta cuarta inteligencia, al acto reflexivo de ponerse en el lugar de otras personas. Entonces, esta primera sala pone este tono; después, entras a una sala en penumbra donde hay 23 maquetas en mesas, y son maquetas de proyectos para centros de datos en Chile que distintas empresas presentaron al Servicio de Evaluación Ambiental (SEA). Cada una está iluminada perimetralmente por una luz verde, como cuando están funcionando nuestros routers de Internet y tienen una lucecita verde que quiere decir que la información está corriendo. Pero también estas 23 maquetas fueron aprobadas por el SEA, entonces tienen esta luz verde, como haciendo guiño a que fueron aprobadas.

Las maquetas están rodeando una gran mesa, y mientras te vas acercando ves que esta tiene agua y que sobre ella hay algo, que pareciera que tuviera un aura. Y lo que pasa es que está reflejando algo que mientras te acercas no alcanzas a entender, pero cuando llegas ves que es un video, pero que también te ves reflejada a ti misma de cierta manera. Pensando en primer lugar el pabellón juega con esa idea de reflejar, o hacerte reflexionar, sobre el despliegue de la inteligencia artificial en Chile. Y ese despliegue viene de una política nacional que ha tomado más de 85 mesas de trabajo y aparece esa retórica del fenómeno chileno de “mesa de trabajo”, que es una metodología que convoca a diferentes actores. Nos dimos cuenta de que las conversaciones en estas mesas siempre gravitaban en torno al sesgo algorítmico, a la protección de datos, pero nunca a la materialidad o los territorios que iban a sostener esta infraestructura. Y paradójicamente, el título de uno de los compilados que hizo la Comisión Futuro es “Chile tiene futuro desde sus territorios”, pero aquí nunca se hablaba del territorio. Entonces, el pabellón busca de cierta manera sentar al espectador a que reflexione y vea el reflejo de esta investigación, con un video que relata diferentes conversaciones, en que se invita a comunidades locales, a materialidades como el agua, los sedimentos, y los minerales que nunca han sido invitados a estas mesas.

VG: Me gustaría saber más del video ¿cómo se hacen presentes las materialidades? ¿Y las comunidades? ¿Quiénes son? ¿Es un documental? O es otra cosa.

Linda Schilling Cuellar: El video se lo comisionamos a Jaime San Martín y a Rafael Guendelman y es un video-ensayo que presenta parte de los antecedentes de la investigación. Formalmente fue un desafío grande porque es un video que se proyecta sobre una mesa de 16 metros, y que hasta el día que lo probamos durante la semana de instalación nunca pudimos ver en su verdadera dimensión y escala. Además se refleja sobre una superficie de agua, entonces se le suma la complejidad técnica de que todo tiene que estar pensado para que se pueda ver desde el reflejo. Y aunque en la historia del arte hay videos que son verticales no tengo antecedentes de videos que sean horizontales y de 16 metros. Existen videos panorámicos 360°, videos verticales, hay varios artistas que han explorado estas posibilidades. Pero este formato me parece único: una horizontalidad de 16 metros, legible por ambos costados y que se despliega de izquierda a derecha.

VG: ¿Y se repetían ciertas imágenes? ¿Cómo es la experiencia de estar viendo este video?

LSC: Nunca se repiten imágenes, era un canvas de 16 metros. Había que diseñar pensando que, cuando aparecía algo por la derecha de la mesa, la persona que estaba en la otra cabecera, quizás no se percataba de lo que estaba sucediendo. Era necesario ver cómo mantener a la audiencia involucrada, por ejemplo, en un momento en que creías que el video no estaba siendo reproducido. Lo resolvimos con pequeños elementos que titilan, que aparecen en el negro del video mientras avanzan unas líneas -parte de la identidad gráfica que hizo la oficina Gaggero Works-, que avisan que todavía están pasando cosas.

Y hay cuatro capítulos. El primero trae el testimonio de la naturaleza: el agua, los sedimentos, los minerales. Hay harto material de investigación que tiene que ver con el humedal de Quilicura, por lo que usamos imágenes del humedal y sonidos de esa naturaleza. Después se pasa a una capa de información que tiene que ver con la postura del gobierno respecto del desarrollo de inteligencia artificial y los proyectos de infraestructura de datos. Aquí se usaron imágenes de archivo que se obtuvieron de YouTube, del presidente Boric hablando, por ejemplo. Posteriormente, se aborda la investigación que se hizo con las comunidades, donde Nicolás, junto con Miguel Uribe (asistente de investigación), se reunieron con representantes de las comunidades que están resistiendo el desarrollo de infraestructuras de datos en sus comunas. Y se cierra con una reflexión sobre el sistema de evaluación de impacto ambiental y los documentos que cada uno de estos ingresos genera en esa plataforma, así como los espacios de deliberación ambiental, que son espacios de participación ciudadana. Entonces hay un modelado de algunos de estos espacios que ocurrieron para ciertos data centers y una reflexión sobre quién se sienta a la mesa a deliberar de este tipo de asuntos medioambientales. Todo esto se presenta en un video de 15 a 16 minutos, proyectado sobre una mesa de 16 metros, que termina con un flash de verde, donde titilan todas las pantallas de la misma manera que tililan los router cuando hacen transferencia a través de la conexión de internet.

VG: Entiendo que gran parte de su énfasis tiene que ver con este cuestionamiento respecto a quiénes quedan fuera de las mesas de trabajo. Qué voces, qué perspectivas y quizá también qué inteligencias - pensando en la inteligencia del agua o la inteligencia de los minerales – no están. Entiendo que eso deja fuera a los empresarios, las empresarias…

NDB:  Le escribimos al presidente de la Asociación Nacional de Data Centers, y no tuvimos respuesta.

VG: Y personas involucradas en políticas públicas, además de los videos de Youtube. ¿Hubo un acercamiento a personas que estén en esto?

NDB: Sí, tuvimos una entrevista con la ministra de Ciencias Aysén Etcheverry, en la que conversamos sobre el Plan Nacional de Data Centers, pero con un enfoque arquitectónico, porque la ministra siempre vende una idea de “campus de inteligencia artificial”. Y yo tenía la inquietud arquitectónica de cómo ella se imaginaba un campus de inteligencia artificial. Fue una conversación muy interesante.

VG: ¿Y está en el video, o es algo que más bien permea el resultado final?

NDB: Está en el archivo, porque Rafael y Jaime tenían libertad de ver qué se ponía y qué no.

Serena Dambrosio: Me gustaría agregar que el video tenía la complejidad de, por un lado, mostrar parte de la investigación, pero, por otro, tenía la ambición de hacer una experiencia visual y sonora. En muchos casos, el material que compone el video no siempre es tan inteligible, hay momentos en que, por ejemplo, aparece un coro de voces. Para entender los detalles hay que visitar el archivo que tenemos en la página web. Siempre pensamos el video como una experiencia visual y sensorial más que como un recurso  explicativo o didáctico. Por eso convocamos artistas visuales.

LSC: Claro, son discusiones que aparecieron durante el proceso de producción del video. Rafael y Jaime decían que el video tenía que ser algo diferente al archivo, que también iba a estar disponible para la audiencia. Por ejemplo, entrevistamos a una de las ministras, ¿y dónde lo puedo ver? Bueno, la respuesta está en la web de Inteligencias Reflexivas, en el canal de YouTube…. Además, en una instancia como la bienal -donde hay 300 proyectos elegidos por el jurado, 755 participantes y 66 pabellones nacionales-, la capacidad de atención de la audiencia es bastante reducida. Había que privilegiar la creación de una atmósfera y una experiencia sensorial con el video, más que crear una réplica de lo que se investigó y se produjo como material de investigación.

VG: ¿Cómo traen las voces del agua o lo más que humano en el primer capítulo? Me parece interesante y muy complejo también.

NDB: Fue como un pequeño ensayo de dejar de pensar el agua como un elemento abstracto que siempre está a disposición de nosotros. Con los videos del humedal se hace una reflexión de qué es esa agua, que le da vida a la totora, al coipo, a las especies del humedal. Y cierra con una pregunta bien interesante: ¿esta agua qué es? ¿Es un número abstracto que sirve para enfriar estos servidores? Porque, por lo general, los centros de datos se diseñan en términos de consumo, no por metros cuadrados, sino según cuántos megawatts de electricidad consumen, lo que se traduce en consumo de agua. Entonces al final el video le hace guiño y critica al modelo de diseño extractivista, más que un reconocimiento de este elemento que es crucial para todos.

SD: Sí, y creo que la manera de hacerse más presente del agua es que está ahí, en la mesa. Una mesa pensada y diseñada para contener una cierta cantidad de agua que fue una complejidad técnica mayor. Con discusiones económicas, de estructura, porque nos decían que no aguantaba el peso. Además, hay imágenes de lugares donde están ubicados esos data centers, también vinculados con agua. Entonces se produce un juego: agua reflejada en agua, y luego el agua misma presente en el video. También hubo efectos que no estaban planeados, porque empezó a formarse una especie de cal, que luego se movía y se mezclaba con las imágenes. Hay algo bonito,  el objeto-agua está presente realmente, pero también en la conversación desde las imágenes y los videos.

Créditos: Cristóbal Palma.

VG: Claro, resistiendo un poco con esa cal. A mí cuando me ha tocado ir a la Bienal siempre me parece muy impresionante, pero también chocante. Tiene cada vez un título súper utópico y crítico, pero al mismo tiempo me pregunto hasta qué punto la Bienal logra o hace algo. Obviamente uno está creando conciencia en las personas que lo ven, y ese es el rol del arte, el rol de la investigación, la investigación artística. Pero uno está en la gala, ve a los personajes, es como una cosa bien loca. Entonces quería saber con qué opiniones o resonancias quedaron ustedes, cómo fue su experiencia. Porque me imagino que deben tener una vinculación política y afectiva súper fuerte con el tema y con su instalación. Pero después uno ve como este carnaval, procesión…

LSC: ¡Dilo! Es un carnaval.

VG: Claro. Y como decías tú la capacidad de atención es limitada. Una se tiende a ir a los países más grandes o del sector central. Hay mucha sensación contradictoria y quería tirar ese hilo, navegar esa ambigüedad que creo producen las bienales.

LSC: Está la Bienal de Arte, ¿cierto? Pero el arte también tiene documenta. En cambio, para arquitectura este es el certamen internacional en donde -entre comillas- se muestra “el estado del arte” de esta disciplina entre pares. Por supuesto, que es problemática la idea de que tenemos que ir a Europa a mostrar lo que está pasando en Chile, pero para mí hubo dos aspectos que fueron bastante relevantes, y que lo conversamos un poco entre nosotros. 

Primero,  que en versiones anteriores Chile había sido representado por edificios o sistemas constructivos. Esta es la primera vez que, a propósito de un edificio, podemos hablar de conflicto socioambiental, de las repercusiones en el ambiente o de lo que se proyecta en los territorios. 

Y segundo, que uno nunca sabe qué tipo de alianzas o similitudes puedes encontrar con otras personas. Por ejemplo, el diseñador que nos acompañó durante todo este proceso, Pedro Silva (del estudio Pedro Silva), diseñó la mesa e hizo una conexión muy casual con el pabellón de Taiwán, que estaba trabajando con el tema de los chips superconductores y la urbanización de áreas rurales. Estaban muy interesados en entender lo que estaba pasando en Chile con los data centers, fueron a visitar el pabellón, y hasta llegó un representante del Ministerio de Cultura.

Entonces, a veces, estos certámenes parecen una procesión de proyectos, pero con un poquito de atención focalizada y tratando de no abrumarse, es posible encontrar pequeñas alianzas en otros pabellones nacionales que uno no hubiese tenido. Eso permite también posicionar el discurso de la arquitectura en Chile respecto a lo que está pasando en otras partes del mundo. No necesariamente con las potencias hegemónicas, sino  también en diálogo con países como Taiwán, que pueden estar tensionados por un desarrollo que avanza sin medir cuántos recursos requiere, ni a qué comunidades pone en primera línea de conflicto socioambiental.

SD: Me encanta que Linda haya puesto un tono más positivo. Yo no sé si tengo la misma mirada. Como italiana que vive en Chile y vuelvo a Italia en medio de esta parafernalia, me pregunto cuál es el sentido de esta centralización del avance del conocimiento en un lugar que es hiper problemático, porque expone ciertas diferencias geopolíticas, pero que no siempre las pone sobre la mesa. 

Me preguntaba, por ejemplo, cómo un jurado evalúa pabellones que tienen presupuestos radicalmente diferentes. ¿Cómo se incorporan esas diferencias estructurales en la  discusión? Porque en el fondo las aplana, haciéndolas desaparecer. Y  para mí eso es conflictivo. Creo que hay un problema de representación y de pensar cómo hacer evidentes estas diferencias. Por ejemplo, Filipinas en la inauguración no tenía nada, porque habían mandado cosas por barco y por los impuestos de Trump no pudieron atravesar el canal de Suez. Tuvieron que dar la vuelta por África y, para el día de la apertura, el contenido seguía en ruta. Todo eso pasó exclusivamente por la guerra tarifaria, y sin embargo, el pabellón apareció simplemente cerrado. Nadie supo qué pasó con Filipinas.

Entonces, yo me quedo con que fuimos -y no solo lo digo yo, por suerte ha sido reconocido también por medios internacionales- uno de los pocos pabellones que generó preguntas críticas respecto del llamado de la Bienal. Y ahora  pienso que cuando el pabellón vuelva a Chile el 2026, si es que lo logramos, en cómo tener un rebote: cómo esta conversación realmente pueda ser recibida acá. Porque en este minuto ya llegamos a una conversación entre arquitectos, a una conversación de carácter  internacional, pero hay algo de lo que se está conversando acá sobre estos temas que no sé si ha sido permeado por el pabellón todavía. Tengo una ambición de ver cómo cruzar este podio internacional con algo que pueda tener algún tipo de impacto acá en Chile. Y como dice Linda, ver a personas que están pensando cosas parecidas o haciéndose preguntas parecidas es súper importante y una de las cosas que más valoro de esta experiencia.

NDB: Y digamos que había proyectos, pero al final se genera algo muy abstracto. Hay casos como el de Kate, que presentó Calculating Empires -ganador del León de Plata-, donde se empieza a mapear el despliegue de inteligencia artificial, pero me queda la duda de cuál es la perspectiva situada en todo este tema. Si tú ves cómo Carlo Ratti escribe el llamado de esta Bienal, él nunca problematiza el impacto de estas tecnologías. Por eso se ha dicho que esta fue la“tech bro biennale”. 

Por ese lado, creo que fue interesante que Chile generara ese contrapunto y quedara este testimonio. Conversamos con las comunidades, les transmitimos la inauguración y estaban súper contentas, pero queda pendiente el cómo traemos la experiencia, cómo se traduce, cómo se puede rearticular esto, en especial para ellas que están ahorita sentadas en el Plan Nacional de Data Center, en la mesa multi-actor. Por eso, para mí el pabellón marca un hito, pero se sigue trabajando, e investigando no acaba aquí, sino que abre puertas. 

Cuando estuvimos en la inauguración académicos de Bolonia nos decían: “no puedo creer que Chile tenga estas conversaciones, acá ni siquiera se ha hablado de data centers”.  Al parecer en España tampoco. Es interesante que un país del sur global esté tan adelantado en estas conversaciones. También creo que que este manifiesto habla sobre el potencial de la arquitectura: cómo puede abordar o entrar en esta discusión y que no quede reducida  solo a lo técnico o a lo ingenieril.

VG: ¿Entonces el plan es traerlo para acá?

SD: Existe la voluntad de traerlo y debería existir un presupuesto, a no ser que lo quiten, pero es mucho más limitado, así que estamos ahí luchando con el presupuesto. El plan es que el pabellón llegue a Chile en 2026 , aunque no sabemos bien dónde o en qué momento del año. Pero debería volver y es algo que nos tiene súper entusiasmados porque va a marcar un hito al devolver la conversación para acá.

NDB: Y algo que está pasando mucho en Europa es que distintas  comunidades - de Irlanda, Francia, España, etc. - están empezando a agruparse en resistencia a los data centers. Entonces, mi esperanza es que cuando regrese, el pabellón sirva como hito que puede unir a estas comunidades. Acá en Chile, todas las comunidades trabajaron de forma independiente, se conocían, pero cada una resistía desde su territorio y proyecto. Este es el primer esfuerzo de unir todos los testimonios en un solo lugar.

VG: Podríamos hablar de política pública, porque históricamente han habido muchas críticas al Ministerio respecto de las bienales, temas de tiempo, de financiamiento, de espacio. ¿Entonces hay algo que les gustaría contar, aconsejar, o hacer una crítica constructiva? Porque es grave cuando proyectos de esta magnitud, que representan a Chile en la plataforma internacional de arquitectura, tienen una cuota grande de autogestión.

SD: Creo que hay dos cosas importantes. Por un lado, claramente el proceso tiene sus problemas. Los procedimientos ministeriales y sus tiempos muchas veces no calzan con la rapidez que se exige para algo así. Sin ir más lejos, fuimos nombrados ganadores la segunda semana de febrero, y la bienal inaugura la primera semana de mayo. Imagínate: entre que sale la resolución y te entregan dinero, pasa un tiempo que no fue menor. Eso implica muchas dificultades, que no sé si todos los países tienen. Y creo que es algo mejorable para el futuro. 

Dicho eso,  entiendo que este año, al menos para arquitectura, fue el que tuvo más recursos disponibles y eso también hay que reconocerlo. Yo trabajé en 2014 en el pabellón de Italia, que tiene un presupuesto absolutamente mayor, y el contraste es enorme: era parte de un equipo de 50 personas, responsable de una tarea específica. Aquí somos curadores, administradores de recursos, servicio de limpieza, relacionadores públicos, agencia de viajes. Uno cubre muchos más roles de lo que se supone que debería hacer un curador.

Entiendo que a nivel de recursos ha habido intentos por aumentarlo, pero el Ministerio de Cultura este año tuvo tres recortes de presupuesto. Por suerte no nos afectaron directamente, pero me imagino que impactan el funcionamiento de los equipos del ministerio. Hay un problema estructural de fondo: cómo un país con menos recursos está pensando realizar esos proyectos que presuponen un trabajo heroico de los equipos. Puedo entender el presupuesto acotado, pero creo que hay algo sobre el esfuerzo de los equipos que debería ser más cuidadoso.

NDB: Me gustaría reforzar lo del tiempo. En nuestro caso son investigaciones que llevan harto tiempo, no me imagino cómo si no tienes un bagaje de información previa, puedes hacer avanzar un pabellón en tan poco tiempo. Yo creo que te mueres.

SD: Es una cosa heroica. Yo agradezco mucho que tengo un trabajo paralelo y mi institución me apoyó en mis ausencias, pero hay casos donde eso no pasa. Entonces uno por dos meses tiene que anular su vida, porque tiene que salir y salir bien. Además, sientes la presión institucional de que estás representando a un país en una posición súper importante.

LS: Ahí el equipo fue clave. Hubo muchos asistentes de investigación que apoyaron más de lo que se les retribuyó de forma simbólica. Nadie participó sin remuneración, pero en muchos casos fueron simbólicas, porque no daba el presupuesto.  Muchos estudiantes y arquitectos jóvenes se sumaron al proyecto y ayudaron a sacar esto adelante con un gran compromiso. También conversamos con el curador del año pasado, Gonzalo Carrasco, para saber de su experiencia. Una de las asesoras del pabellón, Alejandra Celedón, también nos ayudó un poco a navegar estas cosas burocráticas. Una vez que la idea fue seleccionada mucha gente se fue manifestando y apoyando con consejos. Muchos estaban motivados por la investigación, y veníamos en un contexto de un equipo nuevo:no éramos los “sospechosos de siempre”. Fue, en cierta forma, una epopeya a la chilena en donde muchos fueron contribuyendo.

VG: Para ir cerrando nos podrían contar los pabellones que les gustaron o los que los decepcionaron. Me impresionó mucho que la mayoría de los pabellones hayan tenido una actitud poco crítica de este tema… Y, obviamente, si hay algo que se nos esté quedando en el tintero, poder compartirlo acá.

SD: A mí me encantó la primera instalación en el Arsenale, aunque tuvo mala crítica. Era una cuestión muy densa, de muchas cosas y muy contradictoria, sin hilo curatorial. Pero sí justo en la entrada hay una instalación muy contundente, Terms and Conditions, compuesta por cajas de aire acondicionado suspendidas sobre un espejo de agua. Como la sala tenía  una temperatura muy alta, se generaba humedad, y esa sensación de disconfort. Algo en esa experiencia me llamó la atención: te hace imaginar algo más, es una buena promesa, pero luego el Arsenale te decepciona, no se mantiene. Me gustaron mucho las instalaciones de Andrés Jaque - en particular una sobre piedras que respiran-, las instalaciones de Marina Otero, y la de Kate Crawford. Fue reconfortante ver que hay gente pensando cosas parecidas dentro del mismo espacio. Y bueno, y también el pabellón de Taiwán, que ya lo mencionamos.

NDB: Para mí, el pabellón de Pakistán tenía un trabajo muy bonito, sobre todo por su aproximación a la inteligencia material, explorando elementos como la sal, el cobre. Serbia también lo encontré un ejercicio interesante: tenían unas telas hiladas a hilo abierto que se iban deshaciendo progresivamente. Lo interesante es que no sabían cuándo la performance iba a terminar, porque el pabellón se iba a deshacer solo en algún momento. No me gustó Estados Unidos. Encontré grotesco  tener a Trump hablando de generosidad. Ahí vuelve el tema de los presupuestos: con dos millones de euros,  entras y dices... ¡yo con esa plata! Con Francia también me pasó lo mismo… Son oportunidades perdidas, yo creo.

LSC: Una cosa que aprendimos allá es que muchos de los pabellones nacionales escogen a sus equipos curatoriales antes del llamado oficial, sobre todo los de Giardini hacen lo que quieren. No tienen por qué responder al llamado de inteligencias, naturales, colectivas, les da lo mismo. Y nosotros no podemos competir con eso. En Dinamarca, por ejemplo, escogen al equipo curatorial dos años y medio antes de la Bienal, definitivamente antes del llamado que es anunciado un año y medio antes.

SD: Algo que creo que es interesante ver, es que en una Bienal donde la propuesta curatorial fue bien desastrosa -en el sentido de que no curaba nada- había un concepto, pero no se entendía cuál era la posición del curador frente a él. A diferencia de otros años, como la de Koolhaas, donde estaba curado hasta el último detalle: cómo uno se movía, cuál era la obra, etc.  En ese entonces, se le acusó por lo opuesto, que fue muy selectivo en quien entraba... Esta vez creo que los pabellones nacionales refrescaban un poco la experiencia del Arsenale, que era una locura de información versus un pabellón donde suceden una o dos cosas. Creo que aprecié mucho los pabellones nacionales, más que otras veces, porque Arsenale de verdad estaba insufrible.

LSC: También había un tema en esta versión: en general, Giardini tiene el espacio principal en donde está la muestra del curador, pero este año ese espacio estaba en remodelación. Eso significó que, de las dos sedes, la que recibía mayor tráfico era Arsenale. En  Giardini había gente, pero Arsenale era el que estaba lleno siempre, porque ahí se encontraban la mayor cantidad de proyectos. Mis favoritos fueron, primero, Lucía Rebolino con Unpredictable Atmosphere Me pareció bellísimo, trataba sobre los outliers atmosféricos en la predicción del clima, y que ya no se puede aprender del pasado para predecir el futuro, porque la crisis climática tiene muchos eventos extremos. Y el video de Laura Kurgan, The Curse of Dimensionality, una crítica sobre cómo las ciudades computacionalmente reconocen a individuos y arman datasets con grandes grados de opacidad y sesgos, que hacen compleja la toma de decisiones. Y también  Building for Quantum de Marina Otero.

SD: Me gustaría destacar que nuestra victoria con el pabellón marca un hito importante, porque aparece una nueva generación de personas vinculadas no solamente a la práctica de la oficina sino que a la investigación de temas de contingencia. Eso es súper importante: se abre un nuevo capítulo para estos concursos cuando aparecen grupos jóvenes que están diciendo cosas que tienen relevancia contemporánea. Nosotros llegamos primero, pero la segunda era Carolina Sepúlveda, que es de nuestra edad y está haciendo su doctorado en Harvard, y el tercero fue Alfredo Tierman. Ya no somos una generación de arquitectos de élite, como las que antes brillaban, sino que parece avanzar para otro lado la conversación.

Escrito por

Victoria Guzman

Profesora e investigadora especializada en arte contemporáneo, museos, comunidades y los lazos micropolíticos que unen a los tres en la actualidad. Abogada con estudios de postgrado en Filosofía y Estética, y magíster en Industrias Culturales y Creativas del King's College de Londres, Reino Unido, donde fue reconocida con un premio a la mejor tesis de su generación. Actualmente se encuentra realizando un doctorado en Museum Studies en Leicester University, financiado por AHRC y Becas Chile. Fundadora del blog de crítica de arte El Gocerio, se dedica a escribir sobre exposiciones y performances de artistas en Chile y Reino Unido, además de colaborar en revistas como Palabra Pública, Artishock y Rotunda. Ha sido reconocida con premios como Haz Tu Tesis en Cultura, FONDART Nacional, SEREMI.

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