Por
Denisse Espinoza
Entrevista

El artista medial acaba de ganar el primer lugar del Premio de la Colección Ca.Sa con su obra "Decretos para el Medioevo Digital", una obra que explora la fragilidad de lo real en tiempos de deepfakes y algoritmos, mezclando poesía, política y tecnología. Desde España, donde actualmente estudia, conversa sobre su proceso creativo y su manera de entender la virtualidad como un reflejo de lo que somos.

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Todo partió con una estafa. En 2024, a sólo 12 días de haber firmado un contrato de alquiler para instalarse en Madrid donde iniciaría sus estudios de posgrado, Américo Retamal (1994) tuvo problemas con su arrendador. Compartía una casa junto a otros inquilinos hasta que una noche, en un ataque de furia, el dueño comenzó a gritarles, a romper cosas y arrojar sus pertenencias por la ventana. Llegó la policía. “Era una persona que no estaba bien, era alcohólico y se puso muy violento, además tenía rasgos psicopáticos”, recuerda el artista. “Pusimos la denuncia que correspondía, pero la policía nos dio pocas esperanzas de que se resolviera. El tipo ya tenía antecedentes y siempre todo había quedado en nada. Me recomendaron que me alejara y que inventara mis propias estrategias para sentirme más seguro, como modificar las rutas que hacia por el barrio hacia la universidad y también cambiarme el look”, cuenta.

Esa última sugerencia le quedó dando vueltas y terminó transfomándose en el germen de su más reciente obra: Decretos para el Medioevo Digital, una pieza que mezcla política, poética y tecnología y que le valió el primer lugar del concurso de la Fundación Colección Ca.Sa, consistente en una suma de $3 millones y la oportunidad de integrar, junto a los finalistas, la muestra que inaugurará el nuevo espacio que la organización abrirá en barrio Yungay. El jurado del premio, que se entrega desde 2016, estuvo compuesto por la curadora Beatriz Bustos, el curador y gestor cultural argentino Joaquín Rodríguez, y el presidente y cofundador de Colección Ca.Sa, Ramón Sauma.

“Me siento muy honrado de que hayan escogido una de mis últimas obras. Me hace feliz que se haya valorado su intención más profunda, más allá de solo querer jugar con imágenes, acá hay una investigación que tiene muchas capas”, dice el artista, quien es es becario del Máster en Artes y Profesiones Artísticas en la Escuela SUR, del Círculo de Bellas Artes y Universidad Carlos III de Madrid.

Decretos para el Medioevo Digital es un video de 10:12 minutos, hecho a partir de una misma imagen formato carnet de su rostro, el que se va transformando una y otra vez, gracias a la ayuda de Firefly, el asistente de inteligencia artificial de Photoshop. En el ejercicio de “cambiarse el look” –agregando bigotes, pelo rosa, usando pañuelo en la cabeza, o un afro rubio– el artista va desdibujando su propia identidad, confundiendo lo real con lo simulado. Las imágenes de su rostro van acompañadas por una serie de textos escritos por él mismo e inspirados en el lenguaje judicial medieval, a partir de una investigación de archivo. “Estuve revisando el Decreto de León, uno de los documentos más antigüos e importantes que existe en España, y lo interesante de él es que fue una propuesta colectiva para regular ciertas cosas que estaban pasando durante el medioevo”, cuenta el artista. “Tomé ese lenguaje de español antiguo para escribir los enunciados que son recitados por una voz femenina de asistente de IA. Me gusta que se produzca esa mezcla entre lo que está hecho con tecnología y lo que no, justamente ahí es donde radica lo más poético del trabajo”.

Algunos de los decretos (sic) creados por el artista son:

IV De la guarda e sennoria de los datos

  • “Los datos que de la carne e del spiritu brotan son tan solamente del ciudadano que los cría”. “E ninguno, nin poderoso nin vendedor, osara tomar, tocar nin mostrar lo suyo sin otorgamiento solemne del proprio”.

VIII Del derecho a la no vigilancia

  • “Ningún ome será forcado a bivir so la lumbre perpetua del artificio y la ciberseguridat non podrá será sinónimo de vigilancia masiva”.

XI De la sancta pausa

  • “Seya a saber todo ome que es su derecho respirar fuera del compas de las máquinas, y non perder por ello su pan, honra ni sustento”.

XV Del olvido luminoso

  • “El ciudadano podrá encender fuego donde su passado digital arda, e non ser rescatado de las cenizas contra su querer”.

“Mis favoritos son los más utópicos, los que resaltan nuestro derecho de elegir no pertenecer a la digitalidad. Los construí como decretos para una nueva sociedad, una especie de reglamento poético para este tiempo de deepfakes, hipervigilancia y dependencia digital”, explica Retamal. “La Edad Media fue un periodo oscuro donde había dogmas, jerarquías, misterios; y creo que algo de eso está volviendo en nuestra relación con la inteligencia artificial, que es muy opaca. Estamos en un tecnofeudalismo, donde todo parece libre, pero no lo es. Me interesaba ese contraste entre el algoritmo y la ley divina, entre lo maquínico y lo espiritual”.

Formado como artista visual en la U. de Chile, Américo Retamal ha ido moldeándose como un artista transdisciplinario, a través del uso del videoarte y el videoclip, del collage digital, de la música y la performance, medios con los que explora y poetiza sobre cómo la identidad, la consciencia y la percepción del mundo están hoy atravesadas por las tecnologías y la cultura pop. En paralelo a esos trabajos, el artista presta también sus servicios artísticos, creando videoclips para bandas y músicos. En 2021, durante la pandemia, él mismo incursionó en un proyecto musical titulado Juegos artificiales. “Temáticamente las canciones también exploran el tema de la Internet, los algoritmos, la fricción entre lo tangible e inteligible y entre las relaciones humanas físicas y digitales”, explica el artista. Además, entre 2022 y 2024, bajo el nombre de Mi mente vive en la nube, realizó una serie de presentaciones en vivo junto a Clara Löffel, cantautora e intérprete en lengua de señas. “Fue un proceso de mucha investigación donde me adentré mucho en la cultura sorda y uno de los proyectos más experimentales que he hecho. Lo más interesante es que formamos un grupo de personas sordas y oyentes, y aunque la lengua de seña está en el centro de todo, en lo temático no se toca, hablamos de otras cosas”.

User92.exe (2018), Américo Retamal

El algoritmo emocional

Una de las primeras obras que Américo Retamal desarrolló en la línea de identidad y tecnología fue la serie Partes del discurso (2016-2017), nueve videos mash-ups donde fusiona extractos de videos virales, contenido televisivo, entrevistas a figuras de la farándula y la política chilena, videobloggers y otros materiales de YouTube. A través de esa recopilación, el artista va mostrando las dinámicas de la industria del entretenimiento y cómo han ido penetrando en la sociedad chilena hasta volverla “delirante y espectacularizada”. La obra fue exhibida en la Galería Radicales (2016) y en la Posada del Corregidor (2017) y ganó el primer lugar en la categoría videoarte en los Premios Arte Joven 2017, entregados por la Municipalidad de Santiago.

Luego vino User92.exe (2018), realizada junto a la actriz Javiera Astudillo. Se trató de una performance audiovisual, en la que un personaje con cabeza de computador de los años 90, inicia una conversación con quien quisiese “conectarse”. Allí, se inicia un monólogo donde la chica –destilando nostalgia– habla de sus recuerdos digitales inspirados en el inicio de Internet: a través de imágenes, gif, textos y videos muestra sus conversaciones por MSN, su Fotolog, lo que escribía en su diario de vida, sus capítulos favoritos de Dragon Ball y la música que escuchaba en Winamp. Una generación bisagra que vivió el paso de lo análogo a lo digital, y de la cual el artista también forma parte. “Ese fue como el principio de mi investigación sobre la relación humano-tecnología, muy desde lo biográfico y lo emotivo, me interesaba la pregunta sobre cuándo y cómo empezaron nuestras emociones a fluir digitalmente”, cuenta el artista.

Ahora, en paralelo a Decretos para el Medioevo Digital, Retamal ha estado desarrollando Un emoji sonríe en el centro de la Tierra (2025), una serie de diseños para textiles creados a partir de la observación de los tocapus incas o los patrones mapuche, pero usando los clásicos emojis de los chats virtuales. “Mi idea es hacer una relectura de estos códigos que finalmente son la nueva cosmovisión de nuestra civilización. Me gusta mucho porque a diferencia de otros proyectos esta tiene una deriva material, mi idea es poder imprimirlas en telas”, cuenta. También, en el último tiempo, ha estado recogiendo piedras en sitios en construcción en las calles de Madrid, para tallarles, como si fuesen petroglifos, símbolos de la cultura digital.

En marzo, estos trabajos, serán parte de la primera exposición individual de Américo en España, luego de haber sido uno de los artistas seleccionados en Mu-tantes, festival de experimentación artística que se desarrolla desde 2019 en Murcia. La muestra Nativo y digital mezclará diferentes épocas: la prehistoria, la edad media, el presente y el futuro especulativo. “Lo último que estoy desarrollando y que espero llevar es una performance para redes sociales, una especie de médium/influencer digital que lanza profecías en TikTok. Quiero reflejar esa tendencia que está muy de moda del tecnomistiscismo, con un personaje que, por un lado, usa un lenguaje propio de corrientes como el mindfulness y el coach espiritual, pero que, al mismo tiempo, por otro lado, lanza datos verídicos sobre capitalismo, extractivismo y cambio climático”, cuenta.

Decretos para el Medioevo Digital es la primera obra en la que usas IA, ¿por qué decidiste recurrir a esa tecnología?
La idea original fue a partir de esto que me pasó con mi arrendador, pero también en paralelo se cruzó con que mi mamá me empezó a compartir videos que le aparecían en redes sociales que eran divertidos o polémicos y que claramente estaban hechos con inteligencia artificial, pero ella no se daba cuenta. Me empezó a interesar explorar en ella y ver cómo funcionaba. Creo que es muy importante comenzar a cuestionarse por todas las imágenes que nos llegan si es que son reales o falsas, porque está claro que la IA está afectando todas las instancias de nuestra vida y es necesario educarnos. En ese sentido, me obligué a delegarle lo más posible el trabajo a la IA y lo que hacía era simplemente seleccionar partes de mi rostro, de mi imagen para que ella las cambiara, pero sin darle instrucciones específicas. 

¿Y qué te pareció el resultado, hubo algo que te sorprendiera de cómo funciona la IA?
Lo que me fascinó fue su capacidad de “alucinación”. A veces le pedía que cambiara mi pelo y me ponía tatuajes o triángulos azules en la cara, cosas que me hacían preguntarme ‘¿de dónde sacó esto?’. Es una máquina que a veces inventa cosas y eso puede ser bastante peligroso, por eso creo que siempre hay que estar cuestionando. Por otro lado, siento que hay una cierta humanización en esas alucinaciones, la que al final son como errores de datos, que me parecieron más interesantes que las imágenes perfectas. Había algo muy humano en esos fallos.

¿Cómo ves entonces el rol de la inteligencia artificial en el arte?
Para mí es un pincel más. No creo que la tecnología sea el problema. El tema está en cómo la usamos y qué decimos con ella. Me interesa más cuestionar las infraestructuras detrás —quiénes la controlan y qué datos usamos— que caer en la tecnofilia o la tecnofobia. Hay que asumir que Internet ya no es un lugar aparte nuestro, sino el ambiente donde habitamos y la inteligencia artificial, un lugar que recoge todo lo que hemos ido poniendo nosotros mismos en ella durante todo este tiempo. A mi la tecnología me parece maravillosa, es finalmente un reflejo de lo que somos. Todo el conocimiento humano está ahí. La IA es un espejo: muestra lo que somos, con toda nuestra belleza y nuestras contradicciones. Creo que el arte tiene que hacerse cargo de eso. Entonces no se trata de escapar de la tecnología, sino de aprender a mirarla de frente, con otros ojos.

Un emoji sonríe en el centro de la Tierra (2025), Américo Retamal
Escrito por

Denisse Espinoza

Periodista egresada de la Universidad de Santiago de Chile. Trabajó durante una década en la sección Cultura de La Tercera, donde cubrió temas de artes visuales, arquitectura y fotografía. Fue jefa de contenidos de Fundación Teatro a Mil. Hoy es subeditora de revista Palabra Pública.

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