Con una filmografía que mezcla historia, deseo, fantasía y política, el cineasta y artista taiwanés llega este 21 y 22 de noviembre a la Sala K de la U. Mayor, en el marco de FIDOCS, con un foco dedicado a sus trabajos más emblemáticos. Desde orgías barrocas en la dinastía Tang hasta venganzas sangrientas en clave “female exploitation”, su obra revela cómo el pasado reprimido de Taiwán sigue generando ondas expansivas.
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Hay artistas que se sumergen en su propia imaginación para construir universos totalmente nuevos; otros aspiran a reconstruir la historia colectiva a través de la confrontación de datos y archivos reales. En el caso del taiwanés Su Hui-Yu, su cine es una mezcla radical de ambos procesos. No intenta recrear un pasado fiel ni tampoco abstraerse de su contexto e historia. Lo que hace es convocar a sus fantasmas para recrear con una nueva perspectiva el pasado y devolverlos al presente resignificados. “Siempre regreso a aquello que no pudo mostrarse”, dice el cineasta desde Taipéi. En 24 horas más, después de responder vía correo esta entrevista, el cineasta y artista multidisciplinario tomará un avión a Santiago de Chile para exhibir, por primera vez, una selección de su trabajo.
En el marco de FIDOCS, Su Hui-Yu —hoy una figura clave en el cruce entre cine experimental, artes visuales y memoria política— presentará cuatro cortometrajes de su serie Re-shooting (Regrabación), donde reinterpreta antiguas películas taiwanesas de los años 70 y 80 marcadas por la censura y la violencia, y su primer largometraje The Trio Hall, que se estrenó este año en la Berlinale.
Nacido en 1976, Su Hui-Yu creció durante los últimos estertores de la ley marcial en Taiwán, que estuvo vigente entre 1949 y 1987 y que restringió severamente los derechos a la libertad de expresión, reunión y publicación. “Durante mi adolescencia comencé a encontrarme con películas, música y literatura que antes habían estado prohibidas, y esto tuvo un impacto profundo en mí. Ese sentimiento de 'deseo reprimido' o 'tentación prohibida' es quizás una de las raíces de mi práctica artística”, cuenta el artista.
Su Hui-Yu explora las tensiones entre memoria, identidad y tecnología a través de sus películas y, desde 2017, también en instalaciones inmersivas que fusionan archivo, ficción y performance. Su práctica se centra en el concepto de “regrabación”, una estrategia estética que reinterpreta materiales históricos para revisitar tabúes, eventos malinterpretados y las narrativas culturales de Taiwán.
Por ejemplo, en su cortometraje The Glamorous Boys of Tang (2018, 15 min), reconstruye una orgía cubierta de glitter y sangre, situada en la dinastía Tang pero atravesada por el espíritu underground de los años ochenta. “Quería filmar aquello que la censura no dejó filmar”, explica, en alusión a la película taiwanesa homónima de 1985, cuyas escenas más osadas nunca pudieron realizarse durante la ley marcial. En ese sentido, el artista aclara que “a través de la ‘recreación’ intento revelar discontinuidades, contradicciones y asuntos inconclusos en las narrativas históricas. Es una estrategia para reactivar las posibilidades latentes del pasado, permitiéndome cuestionar lo que se considera ‘historia verdadera’”.
En otros trabajos como The Walker (2017, 18 min), el artista revisita el mítico Taiwan Walker Theatre, símbolo de la contracultura noventera. Allí, la cámara lenta, casi hipnótica, sirve para desarmar la velocidad frenética con la que esos años consumían cuerpos, medios y libertades. Mientras que en Future Shock (2019, 13 min) se apropia de las ideas del futurista Alvin Toffler para observar Kaohsiung, una ciudad marcada por el impulso industrial de los 70. Lo que alguna vez se imaginó como un porvenir brillante aparece hoy como una ruina reconocible. Filmada entre fábricas abandonadas y luces opacas, la pieza captura un futuro que llegó, pero no como se esperaba.
“Cuando hago arte, creo que tengo dos públicos en mente: uno es la generación más joven, que no vivió esa época. Mi obra pretende ser un punto de acceso para que entiendan el contexto cultural y político del pasado y reflexionen sobre el impacto de la historia en el presente. Y el otro público es internacional, especialmente quienes vivieron la Guerra Fría o situaciones políticas extremas. Espero entablar un diálogo con ellos a través de mi trabajo, explorando nuestras coincidencias y la posibilidad de que la historia del siglo XX se esté repitiendo”, explica el artista.
Con una carrera cada vez más en ascenso, Su Hui-Yu ha exhibido sus trabajos en prestigiosos festivales, exposiciones e instituciones de Europa y Asia, como el Festival de Cine Caballo de Oro de Taipéi, el Festival Internacional de Cortometrajes de Clermont-Ferrand, el Festival Internacional de Cine de Singapur y el Festival Internacional de Cine de Róterdam, que en 2017 le dedicó una retrospectiva de su obra en video. Tampoco es primera vez que viene a Latinoamérica: en 2018 participó de una exposición colectiva en el Museo Jumex de México y, por estos días —hasta el 15 de febrero—, se encuentra abierta su primera muestra individual en el MAMBO de Bogotá, titulada A total story. Allí, además de exhibir su trabajo, Su transformó el museo en un estudio de cine durante los tres primeros días, incorporando nuevo material a un proyecto cinematográfico en curso, —en el que los visitantes pudieron participar—, con el que seguirá desarrollando su estética hipersaturada, barroca y psicodélica.

La estrategia de grabar una película en el museo ya la realizó antes, en la muestra inmersiva titulada The Trio Hall en el MOCA Taipéi, en 2023, que se transformó en su primer largometraje, el que fue estrenado en febrero de este año en la Berlinale y que se exhibirá este sábado en Santiago, en FIDOCS.
¿Qué tan personal es tu relación con las películas originales que inspiran tus obras?
Es profundamente personal. Esas películas, publicaciones, símbolos de la cultura pop o formatos mediáticos (como la televisión o el cine, en lugar de internet) suelen ser fragmentos de mis recuerdos de adolescencia. Llevan consigo la atmósfera de una época, códigos de deseo y tabúes sociales. Para mí, no son simples archivos históricos, sino “fantasmas” cargados de emoción y subtexto político. Por ejemplo, mi primer encuentro con la película The Glamorous Boys of Tang fue al ver un póster en la pared de una cafetería barata. La figura principal del póster era una mujer de pelo corto, con dos hombres apuestos a caballo al fondo; esa imagen quedó grabada en mi mente cuando tenía diez años.
¿Cómo describirías tu proceso creativo?
Dista de ser rígido. Suele comenzar con un recuerdo inesperado de un momento del pasado en medio de la noche, seguido de días de obsesión, luego ideas repentinas e ilógicas, y solo después llega la alta conceptualización. A partir de seleccionar un texto o acontecimiento, realizo una investigación histórica y deconstruyo imágenes, revisitando su contexto y su impacto emocional en mí. Después vienen las preparaciones de imágenes, guion técnico, selección de actores, vestuario y diseño de escenografía. Uno de mis objetivos es revelar la ideología detrás de la narrativa, pero siempre hay sentimientos personales complejos que se entrelazan en ese proceso de revelación.
¿Y hay espacio para la improvisación?
Aunque tenga un plan de rodaje —especialmente en The Trio Hall—, el público puede sentir que los actores cuentan con un espacio de interpretación e improvisación durante la filmación. Sin embargo, esta “improvisación” ocurre dentro de un marco definido y un entendimiento mutuo, basado en la comprensión profunda de los intérpretes y su confianza en mí. Dependo mucho de mi equipo —camarógrafos, productores, diseñadores de vestuario y actores, entre otros—. Es una colaboración compleja.
¿Qué artistas han sido tus referentes?
Mis inspiraciones y referentes artísticos son muy diversos y no se limitan a artistas visuales. En el cine admiro a Tarkovski, Nagisa Oshima, David Lynch y muchos otros. También Blue, de Derek Jarman -que vi una noche por televisión-, es inolvidable, especialmente cuando el televisor se descompuso. En cuanto a artistas visuales, son demasiados para enumerarlos, pero quizá Balthus es el pintor más memorable para mí.
¿Cómo es recibida tu obra en Taiwán por la crítica y el público? ¿Has experimentado algún tipo de censura?
Mi obra suele generar discusión. Los críticos generalmente están dispuestos a comprender mi exploración de temas históricos, políticos y de género, así como la naturaleza experimental de mi estética visual. La reacción del público, en cambio, es más polarizada. Algunos espectadores consideran que desafío formas de pensamiento existentes; otros pueden sentirse incómodos o confundidos, incluso cuestionando el posible carácter controvertido o la supuesta falta de progresismo de mi trabajo en relación con el género. Las instituciones artísticas taiwanesas no experimentan censura gubernamental; esto no ocurre desde el fin de la ley marcial ni existe base legal para ello. Podría decirse que el entorno artístico es relativamente libre. Por ejemplo, los mecanismos de becas del gobierno o del sector privado suelen contar con sistemas de evaluación robustos, y no he oído de casos de censura por el contenido temático.
¿Cuál es tu postura sobre el uso de la inteligencia artificial?
Me acerco con una mezcla de entusiasmo y cautela. Me gustaría ver la IA como un socio creativo con un potencial enorme. Puede ayudar a los artistas a abrir nuevas posibilidades en el concepto, la preproducción e incluso la interacción con el público. Por ejemplo, en algunos fragmentos de The Trio Hall, el guion fue escrito por ChatGPT (en 2023), pero luego fue interpretado por humanos en la película; esto puede verse como una forma de interacción y lucha entre humano y máquina.
Actualmente tienes una exposición en Colombia y tu obra también se ha exhibido en México, Argentina y Chile. ¿Por qué te interesa América Latina?
Mi interés por la historia de Colombia surgió, más allá de la invitación del director artístic y curador del MAMBO, Eugenio Viola, porque descubrí muchos “paralelos” sorprendentes con Taiwán, a pesar de la gran distancia geográfica. Colombia también ha experimentado violencia política prolongada, guerra civil, agitación social y las luchas de memorias resultantes. En estos contextos, los cuerpos, los deseos y los estilos de vida de las personas también han sido disciplinados e influidos por el poder, y esto resuena con la experiencia de la gente durante la época de la ley marcial en Taiwán. Mi interés en América Latina proviene de esa mezcla entre resonancia y diferencia entre culturas distantes. Tengo una sensación de familiaridad y extrañeza que me fascina. Para mí, comparada con Asia oriental, la gente en América Latina está más dispuesta a expresarse y a resistir al autoritarismo, y tiene una tradición más antigua de resistencia frente a colonizadores, lo cual es bastante distinto de las ideologías colectivistas de Asia oriental. Como creador, hacer o exponer mi obra en América Latina no es solo hablar; también es verme a mí mismo.


Periodista egresada de la Universidad de Santiago de Chile. Trabajó durante una década en la sección Cultura de La Tercera, donde cubrió temas de artes visuales, arquitectura y fotografía. Fue jefa de contenidos de Fundación Teatro a Mil. Hoy es subeditora de revista Palabra Pública.



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