Por
Denisse Espinoza
Entrevista

Carla Redlich y Jean Didier componen la dupla transdisciplinaria tras "No se van los que se aman", la obra que se exhibe hasta julio en la muestra colectiva "Chile paisaje tecnocreativo", en la sede del Banco Interamericano de Desarrollo de Washington DC, junto a obras de otros siete artistas locales. La instalación, que mezcla danza, sonido y proyecciones, evoca la detención de 1.200 prisioneros en el campo de concentración Chacabuco entre 1973 y 1975, y obtuvo una Mención Honrosa en el Prix Ars Electrónica, el certamen más prestigioso y antiguo de artes mediales del mundo.

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La conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en 2023, fue el contexto clave que gatilló que Carla Redlich y Jean Didier pasaran de sólo hacer música a crear sensibles instalaciones que apelan a la memoria y que combinan danzas proyectadas y registros sonoros. Llevaban un año componiendo canciones de corte melódico folk bajo el nombre Matar a un panda, cuando comenzaron a explorar en el ámbito escénico. Sus primeras obras, Bésame mucho y Matrioshka, ambas estrenadas en la exposición Dispositivos de resistencia al olvido en Casa Palacio en abril de 2023, giran en torno a temáticas de dictadura. La primera explora el tema del exilio y la migración, y la segunda, relata lo que vivió la detenida desaparecida Reinalda Pereira Plaza, a través de un trabajo de “dramaturgia expandida”, donde la narración no es lineal y la coreografía se mezcla con materiales que apelan a una experiencia más sensible que racional. 

Tras esas primeras experiencias vino No se van los que se aman, obra con la que escalaron la memoria de la dictadura a un proyecto mayor: una instalación que evoca la experiencia de más de 1.200 detenidos que pasaron por el campo de concentración de Chacabuco entre 1973 y 1975, a partir de proyecciones de performance pregrabadas y un paisaje sonoro situado, que se estrenó en marzo del 2024, usando la propia salitrera abandonada como dispositivo escénico. A partir de ahí, la pieza traspasó fronteras, y fue premiada en el prestigioso Prix Ars Electronica de Austria, el evento de artes mediales más antiguo del mundo.

Ahora, la obra vuelve a exhibirse como parte de la comisión de ocho artistas que lleva el Centro para la Revolución Tecnológica en Industrias Creativas (CRTIC), a Washington DC, en la primera muestra de esta naturaleza fuera del país: "Chile paisaje tecnocreativo", que estará abierta hasta julio en la sala de artes visuales del Banco Interamericano de Desarrollo. Bajo la curatoría de Esteban Ruiz-Tagle, Manuela Reyes y Pedro Quijano, la exposición muestra parte del panorama local del arte hecho con tecnología, a través de las obras de Rosa Angelini, Miguel Bolt, Vicente Manzano & Beltrán Lihn, Sergio Mora-Diaz, Alejandro Moreno, Pao Olea y Carla Redlich, quienes con nuevas herramientas vuelven a reflexionar sobre el paisaje y las historias locales, anclados de una y otra forma también en lo político. 

“Los ecosistemas siempre existen. La música, la literatura, las artes escénicas y visuales chilenas tienen ciertas plataformas ya consolidadas de exhibición y circulación, pero ¿cuál es la plataforma de difusión y distribución de este nuevo tipo de arte? No hay, al menos no en Chile. En CRTIC lo que hacemos es ser este hub, un punto de conexión de estos distintos sectores creativos. Las artes y la creatividad tecnológicas necesitan un espacio de exhibición, de internacionalización, necesitan formación en nuevas tecnologías, necesitan vincularse y nuestro trabajo es poder servir como una plataforma que los conecte”, cuenta Ruiz-Tagle, director ejecutivo de CRTIC.

Para el colectivo Matar a un panda, la plataforma de CRTIC ha sido crucial desde el inicio. “Fueron ellos quienes hicieron el vínculo con Chris Salter, que es el director de un lugar que se llama Immersive Arts Space y que después de conocer nuestra obra, nos propuso postularla al Ars Electrónica. Ese vínculo nos allanó el camino”, comentan los artistas. Así, No se van los que se aman fue galardonada con una Mención Honrosa en la categoría New Animation Art, siendo seleccionada entre más de 3000 proyectos postulantes a nivel global, además de ser parte del catálogo de la muestra. 

Still "No se van los que se aman", Matar a un panda. Foto: Sebastián Rojas Rojo

¿Qué significó para ustedes ser reconocidos en un certamen mundial por hacer este cruce de arte y tecnología desde un lugar tan remoto como Santiago de Chile?
Jean Didier:
Lo vemos totalmente como una práctica situada. Entendemos que estamos usando tecnología desde un contexto latinoamericano en el que no tenemos, por decirlo así plata para pagar por tal o cual software que nos permita hacer cosas sofisticadas de programación, diseño, modelado, etc. Entonces, asumiendo esa brecha que tenemos con el acceso, hemos encontrado formas de subsanarla a través de medios análogos como el uso del tul no solamente como pantalla, sino que como una superficie de proyección para generar efectos de textura y la sensación de estar frente a un dispositivo tecnológico, por ejemplo.

Carla Redlich: Hay un uso de lo precario que se ve como una oportunidad para dar con nuevas formas de percepción creadas con medios tecnológicos que no calcen perfectamente con un paradigma utilitarista o productivista en la lógica de la utilidad en sentido económico no más. Además, creo que no hay una sola forma de ser artista medial porque creo que ese todavía es un territorio en disputa. Los nuevos medios son definidos como lenguajes en tensión, usan tecnologías con intención experimental, de manera estética o de innovación. Entonces, a propósito de eso, nos damos permiso para pensarlo como un lugar muy liminal, siempre abierto.

En ese sentido, si bien el colectivo tomó como primer tema de investigación escénica la memoria de la dictadura, hoy se abre para explorar otras inquietudes y abrirse hacia otras disciplinas. En estos momentos están iniciando una Residencia de Creación en NAVE con el proyecto Memorae, donde indagarán en el fenómeno que se conoce como Tecnologías de duelo, en el que se utiliza la Inteligencia Artificial para simular la personalidad de una persona fallecida y así enfrentar la pérdida. Además, fueron seleccionados para realizar una Residencia Técnica en el mismo centro con Bioma, un proyecto inspirado en el libro Amor microbiano de la científica Cristina Dorador, donde los artistas se preguntan sobre la huella que queda de nosotros en otros cuerpos con el que entramos en interacción. La obra será trabajada a partir de julio en colaboración con el Laboratorio de Complejidad Microbiana, que ella misma dirige en la Universidad de Antofagasta.

Pareciera que más que dejar de lado el tema de la memoria, lo que hacen es indagar en otras aristas, más personales y científicas, ¿cómo la tecnología les ayuda a llegar a una representación artística de estos temas?
Carla Redlich:
Existe un trasfondo político general y es ver cómo la tecnología puede ayudarte a ver o sentir algo que de otra manera no estás pudiendo ver. Cómo la tecnología irrumpe en la realidad y la hace visible. A partir de las investigaciones en terreno vamos encontrando otras posibilidades escénicas. Nos preocupa encontrar el cómo hablar de estos temas sin seguir desgastando la palabra memoria. Creo que los nuevos medios ofrecen un nuevo horizonte de posibilidad para abordar eso ya sea la memoria política o una memoria más individual y biológica.

Jean Didier: En Bioma originalmente lo que nos interesaba era captar el comportamiento microbiano y ver qué de eso se puede transducir en un efecto desde la danza. O sea, cómo un dato que viene de una conducta microbiana se cruza con un dato que viene de la danza. De hecho, hay una parte de la residencia en el norte que tiene que ver con tomar muestras de los cuerpos de bailarines que van a colaborar con nosotros. Muestras que pueden ser de sudor, por ejemplo, y no sólo la sal de la piel, sino parte de la flora que crece en la piel de alguien. Entonces, en este caso la tecnología o la ciencia nos deja acercarnos de manera muy concreta a la huella que deja un compañero, una compañera de espacio, de danza, de comunicación, en uno y de uno hacia el otro.

Carla Redlich y Jean Didier.
Escrito por

Denisse Espinoza

Periodista egresada de la Universidad de Santiago de Chile. Trabajó durante una década en la sección Cultura de La Tercera, donde cubrió temas de artes visuales, arquitectura y fotografía. Fue periodista de la revista Palabra Pública. Hoy es jefa de contenidos de Fundación Teatro a Mil.

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